Prueba Nissan Qashqai 4×4 2.0 dCi Aut. Tekna Sport: inventa nuevos prejuicios

Prueba realizada por Gabriel Esono

Las cifras de ventas dan a entender que Nissan dio en el clavo cuando sacó a la luz este modelo compacto con cierto aspecto de todoterreno. El Qashqai ha entrado por los ojos del público europeo, que ha desbordado las previsiones de venta de la firma japonesa, cuya factoría británica no da abasto para cumplir con los plazos de entrega.

A toro pasado, la fórmula parece tan sencilla que resulta extraño que nadie lo hubiera hecho antes. Bueno, hay que matizar que la primera generación del Toyota Rav4, allá por los albores de la década de los ’90, proponía un concepto muy similar.

Las limitaciones en cuanto disponibilidad de carrocerías, mecánicas y equipamientos, sin embargo, se solventaron tarde, con lo que ese coche no pasó de ser un modelo de nicho. En las siguientes generaciones, Toyota optó por dotarlo de una estética más claramente todoterreno, de SUV en toda regla, imitado por todos los que vinieron a continuación, con lo que se perdió el encanto inicial.

El caso del Qashqai es bien diferente. Para empezar, en Nissan han tenido claro desde el principio a qué jugaban. Mientras otras marcas disfrazan sus modelos de carretera con inserciones de plástico en la carrocería y suspensiones extendidas para hacerlos pasar por camperos, el compacto nipón tiene la carrocería elevada sin ser definitivamente alta.

Como es Nissan, los genes de 4×4 tenían que ir más allá, por lo que se le ha dotado de tracción a las cuatro ruedas con diferentes modos de funcionamiento. Ahora bien, también puede optar por la tracción delantera a secas, una alternativa más racional para el uso que normalmente se da a este tipo de vehículos.

Sólo con estas dos características ya ha conseguido hacerse un hueco en un mercado en el que sólo Skoda con el Yeti y Dacia con el Duster cuentan con planteamientos similares. Su estética más diferenciada y un cierto carácter «low cost», especialmente en el nuevo rumano de Renault, los colocan en una órbita diferente.

Nissan coloca al Qashqai en el segmento de los turismos compactos, junto al Volkswagen Golf, Renault Mégane, SEAT León, Peugeot 308, Ford Focus o el recién llegado Opel Astra. Ofrece frente a ellos el plus de la mencionada carrocería elevada y la tracción a las cuatro ruedas, que sólo puede contrarrestar el primero de ellos. Vamos a ver si hay truco o no.

Hasta hace tres o cuatro años, un compacto con motor diésel de 150 CV podía considerarse un coche deportivo. Ahora me viene a la cabeza el SEAT León FR, cuyo motor 1.9 TDI todavía hace las delicias de algún que otro quemado que no le hace ascos al hollín.

La escalada de pesos y las exigencias en materia antipolución, sin embargo, hacen que ahora los fabricantes apuesten más por un comportamiento más homogéneo de la curva de potencia. Con ello se logra, además, un agrado de uso superior.

Más o menos es lo que ha ocurrido con la variante más prestacional del Nissan Qashqai. El motor 2.0 dCi, desarrollado conjuntamente con su socio Renault, es un propulsor bien dotado, con una respuesta muy aceptable una vez en marcha, a pesar de los lastres que debe acarrear esta versión.

Por un lado, está la carrocería, que todo lo que tiene de apariencia sólida lo tiene de pesada y poco aerodinámica. A ello hay que sumarle los componentes de la tracción total y, en menor medida, los del cambio automático. En total, según la ficha técnica oficial supera claramente los 1.600 kg de peso cuando un Golf se queda muy por debajo de los 1.400 kg.

Ante este resultado, en Nissan parecen haber optado, con buen criterio, por hacer del Qashqai un coche con un temperamento pausado, pero no lento, ya que el cambio automático de 6 velocidades se convierte en un fiel aliado cuando de recuperar velocidad se trata. Si tan sólo fuera un poco más suave en su funcionamiento, sería ideal.

Desde luego, queda claro que no han querido hacer de este crossover un coche de elevadas prestaciones, pero puedes atreverte a conquistar puertos de montaña sin temer que alguna intrépida furgoneta de Seur te pise los talones.

El tema de los consumos nos ha sorprendido gratamente, ya que no esperábamos que con tanta masa le resultara fácil rondar los 7,5 l/100 km de media. Hay que decir, no obstante, que para lograrlo hay que ser cuidadoso con el acelerador.

Hay coches con un carácter blando, pensados para ir de paseo y hay otros con un talante duro que deberían venderse con un abono para «Masajes a 1.000», al menos como opción. Luego está el Qashqai.

Como va de turismo pero tiene la caja alta, ha habido que montar componentes elásticos más bien tirando a duros que permitan sujetar la carrocería con solvencia. Contar con una elaborada suspensión trasera multibrazo ayuda lo suyo a lograr que el Qashqai muestre un aplomo razonable para sus pretensiones. De nuevo, vuelve a prevalecer el criterio de coherencia entre lo que el coche es y lo que se puede esperar de él.

Es por ello que este turismo camuflado de 4×4 muestra una agilidad mayor de la esperada en un coche de su envergadura, aunque en este aspecto está lejos de las referencias de su segmento. Como decía, el que quiera un coche ratonero, mejor que piense en un Mini.

A pesar de la dureza no se trata de un coche incómodo ni mucho menos. Antes al contrario, al contar con unos recorridos de suspensión largos, la amortiguación de las irregularidades es muy buena.

Capítulo aparte merece el sistema de transmisión total. Al contrario del conocido dispositivo Haldex, que permanece siempre a la expectativa por si es necesaria su intervención puntual, en el Qashqai se pueden elegir dos posibilidades de tracción más aparte de la automática: tracción delantera a secas o 2WD, para cuando todo está en orden, con asfalto seco y en buen estado, y Lock, que establece un reparto de par constante del 57% delante y 43% para el eje posterior.

Como norma general, la marca recomienda la posición Auto, ya que mantiene por defecto la tracción delantera y sólo se activa el embrague central de control electrónico cuando hay pérdidas de tracción. Actúa con bastante rapidez, de modo que modo que sólo se percibe su efecto cuando se está tentando a los límites de la física, y hay que estar muy pendiente.

Respecto a la posición Lock, es eficaz si no se buscan milagros en forma de embarradas trialeras, pero desde luego permite llegar con este coche mucho más lejos que con cualquiera de los que mira, literalmente, por encima del hombro.

Los poco más de 4.300 mm de longitud son los que permiten clasificar al Nissan Qashqai claramente en el segmento de los compactos. La habitabilidad, por lo tanto, es la propia de un coche de 5 puertas que sirve para casi todo.

Dentro caben bien 4 adultos aficionados al McDonalds, aunque un poco más de espacio para las piernas habría sido bien recibido. Respecto al maletero, sin ser espectacular, tampoco desentona.

El acabado de la versión Tekna Sport cuenta con unos asientos tapizados con una tela de tacto agradable, al igual que la mayoría de mandos del habitáculo.

Éste ha sido otro de los grandes aciertos de Nissan a la hora de desarrollar el Qashqai, ya que a cambio de diseñar unas formas sencillas e intemporales, ha podido dotarlas de solidez que se palpa tanto en los ajustes como en los materiales empleados. Todo un avance respecto a otros productos de Nissan, como por ejemplo el desaparecido Primera.

La posición de conducción es un poco elevada respecto a un turismo convencional y proporciona una panorámica privilegiada a la que es fácil acostumbrarse. El diseño de los asientos invita más a recorrer kilómetros que a «curvear» con alegría, con lo que se termina de confirmar el resto de sensaciones del coche.

Este crossover urbano, que es como a la marca le gusta denominarlo, se mueve como pez entre dos aguas. Cuidado, no es que le vayan los terrenos pantanosos, sino que ha reabierto una vía que los demás habían derivado hacia los SUV. Quizá hace 10 años este coche no se habría vendido nada, pero ahora nadie puede discutir el acierto de Nissan al lanzarlo al mercado.

Toma con acierto algunas de las ventajas de dos segmentos dispares, como por ejemplo una buena relación tamaño/habitabilidad o un comportamiento en carretera digno, en el caso de los compactos; una cierta capacidad en el campo y una postura de conducción elevada, heredados de su aspecto de SUV.

La contrapartida es que sólo podrá ser el mejor en haber sabido combinar una serie de atributos, lo cual no está nada mal como inconveniente. Donde sí destaca por sí mismo es en cuanto a la calidad percibida, especialmente en el acabado interior, una grata sorpresa.

El rango de precios en el que se mueve el Qashqai va desde los 18.700 € del 1.6 4×4 Acenta a los 28.900 del 2.0 dCi 4×4 Tekna Premium. El acabado Tekna Sport con esta combinación mecánica cuesta 27.450 €, de modo que se encuentra más cerca del tope de gama, sobre todo si, como en nuestra unidad de pruebas, se le suman los 1.100 € del cambio automático. Las otras opciones disponibles son las llantas de 18″ (350 €) y la pintura metalizada (416 €).

Todo lo demás, como el techo panorámico, el navegador, el CD lector de MP3 con conexión auxiliar, la cámara de visión trasera, el volante multifunción, los 6 airbags, los sensores de lluvia y luz y el control de velocidad de crucero, vienen como la marca los trajo al mundo, de serie.

Es decir, que es más barato y está bastante mejor equipado que el Volkswagen Golf 2.0 TDI Sport 4Motion, menos potente y sin la posibilidad de montar el cambio DSG. Como para pensárselo dos veces.

Tengo un amigo que se dedica a esto de los coches que es tan apasionado como yo pero con una visión diferente de estos grandes pedazos andantes de metal y plástico. Esa diferencia se mostraba en comentarios como «el Qashqai es un coche que lo hace todo mal». Le conozco bastante bien, y sospecho que utilizaba ese nombre porque era el que primero le venía a la cabeza, pero seguramente venía a referirse a todos los SUV.

Otro de mis amigos, al que tengo como una de las personas que más sabe de coches de todas las que conozco, proponía, en un foro al uso, que tal vez los automóviles que por una parte están diseñados para moverse con cierta agilidad en asfalto y, por la otra, son capaces de afrontar con soltura situaciones un poco comprometidas en el campo, han sido la mejor invención desde que los coches son coches.

Si has leído la prueba te habrá parecido que mi postura tiene más que ver con la segunda de las expuestas que con la primera, cuando en realidad entiendo perfectamente las dos. Al final, de lo que se trata es de que cuantos más coches diferentes hagan las marcas, más temas de conversación tendremos. Y tú, más opciones entre las que elegir.