Prueba realizada por Roger Escriche
Es cierto, nuestras ciudades están pobladas de monovolúmenes gigantes y SUV todavía más enormes, pero todavía nadie ha demostrado que estos mastodontes sean una opción más eficiente para deslizarse entre el tráfico que un utilitario de tamaño reducido con el que moverse, maniobrar y aparcar se conviertan en tareas realmente sencillas.
En eso está en Nissan Pixo, que con sus 3,56 metros de longitud es el más pequeño de una serie de carrocerías monovolumen que van creciendo con el Note, de 4,10 metros, y el Tiida, con 20 centímetros más. El Pixo es también uno de los tres vehículos que Nissan denomina City Cars junto al inevitable Micra, la opción intermedia entre el Pixo y el Note.
Esta propuesta radicalmente urbana de Nissan se sitúa en una zona relativamente asequible en cuanto a precios dentro del segmento de lo máximo de lo mínimo, que son los coches de 3 metros y medio con cuatro plazas razonables y cinco puertas. Por debajo en tamaño se encuentran modelos como el Toyota iQ con 2,98 metros de longitud y el Smart, aunque paradójicamente sus planteamientos son más exclusivos.
Hay que pagar algo más por cada uno de los ejemplares de la tríada formada por el Citroën C1, el Peugeot 107 y el Toyota Aygo, tres modelos con más opciones de acabados que el Pixo y una mecánica diesel disponible. En la misma división de los 3,5 metros pero sólo con tres puertas se encuentra el Ford Ka y el exclusivo Fiat 500, con un motor de acceso de 1.2 litros gasolina pero también con muchas más variantes, incluyendo las netamente deportivas que plantea Abarth.
Más económicos que el Nissan Pixo son el Hyundai i10, con motor de 1.1 litros y transmisión automática opcional y el Kia Picanto, que ofrece bastantes opciones de equipamiento. El Suzuki Alto, por su parte, se plantea como el modelo espejo de este Nissan Pixo, ya que por algo son prácticamente clónicos y comparten plataforma multitud de componentes.
De la misma forma que se puede dudar de la eficiencia urbana de los SUV -y en cambio continúan campando a sus anchas por los semáforos-, también es posible cuestionar que una mecánica diésel sea la opción más apropiada para un vehículo radicalmente urbano de sólo 3,5 metros y destinado a realizar casi siempre trayectos cortos, cuando en este caso la ligereza y la simplicidad son necesidades de primer orden.
Con esta premisa en Nissan sólo ofrecen una mecánica de gasolina de tres cilindros y 1.0 litro para el Pixo. Sus 68 CV son suficientes para mover un vehículo de 855 kg entre el tráfico urbano y saben a más que otras opciones similares como el 1.2 litros Duratec de Ford. La potencia máxima la entrega a 6.000 rpm, aunque hay que funcionar igualmente de oído porque el cuentarrevoluciones brilla por su ausencia.
La principal virtud de un motor de sólo 68 CV es sin duda que consume poco, y el dato oficial en tráfico urbano es de 5,5 l/100 km. Este propulsor, además, cumple la normativa anticontaminante EU5.
La unidad de pruebas estaba asociada al cambio manual de cinco velocidades, que si bien no es nada destacable en cuanto a tacto posee las relaciones perfectas para salir con ímpetu de los semáforos. Es evidente que un motor con poca potencia nos exigirá usar más a menudo el cambio, y en este sentido contaremos con la inestimable ayuda de unas cuatro primeras relaciones muy cortas, mientras que la interminable quinta velocidad se reservará para cuando el Pixo ya esté lanzado y dispuesto a adentrarse en alguna carretera de circunvalación.
También está disponible una transmisión automática de cuatro velocidades, destinada básicamente para los que intenten evitar un cambio manual y no para los que busquen más eficiencia.
Sus 3,56 metros de longitud con una distancia entre ejes de sólo 2,36 metros, los 855 kg totales de peso y unos diminutos neumáticos de 155/65 R14 explican perfectamente por qué el coche se mueve como pez en el agua entre el tráfico urbano.
Si además se utiliza correctamente el cambio de marchas, el Pixo se convierte en un vehículo de reacciones rápidas y directas, ágil en los cambios de dirección -o de carril- y perfectamente apropiado para colarse por todas partes.
Como es de suponer, las ruedecillas que monta le otorgan también un excelente radio de giro, algo que unido a su escasa longitud permiten colocar el coche donde se pone el ojo. O dicho de otra forma: aparcar mal con el Nissan Pixo es casi un pecado. Las suspensiones cuentan con la dureza apropiada para circular por ciudad, pero la potencia de frenado, por el contrario, es algo escasa, con discos delante pero tambor detrás.
Todas las virtudes del Nissan Pixo en ciudad tienen como contrapartida sus lógicas limitaciones fuera de ella. Los desplazamientos largos penalizan la falta de espacio en el habitáculo y los motores con poca potencia, pero distancias extraurbanas de 10 o 15 km son perfectamente practicables. Si hay que salir habitualmente a la carretera, el Micra sería una opción mucho más recomendable.
En el habitáculo es donde se aprecia mejor la sencillez de un vehículo concebido para la dura batalla del tráfico diario en las ciudades. Los plásticos duros empleados en el salpicadero, la escasez de equipamiento y la simplicidad de algunos elementos como la radio CD MP3 o el aire acondicionado nos demuestran que se puede disponer de todo lo imprescindible sin lujos superfluos.
Muestra de ello son los dos tiradores metálicos situados a la izquierda del asiento del conductor para abrir el depósito de carburante y el maletero, de un diseño muy elemental pero inexistentes en muchos compactos con un interior mucho más vistoso.
También disponemos de una guantera abierta de un tamaño considerable para colocar un bolso y espacios portaobjetos del tamaño suficiente para acumular un millón de tiquets de zona azul u otros papeles que inexplicablemente acaban olvidados en el coche.
Los asientos delanteros son cómodos y sin reborde lateral, lo que facilita las operaciones de entrada y salida del habitáculo. El acceso a las dos plazas traseras, sin ser ni mucho menos generoso, es bastante mejor que a través de la puerta delantera. La visibilidad es buena en todas las direcciones, aunque con ciertas limitaciones a través del retrovisor interior a causa del pequeño tamaño de la luneta trasera.
Uno de los elementos que más perjudica el confort en el Nissan Pixo es la tosquedad del pequeño motor tricilíndrico, cuyo sonido está siempre presente en todo el habitáculo.
El maletero dispone de 129 litros de capacidad, aunque la posibilidad de abatir uno o los dos asientos traseros nos deja un espacio máximo de 367 litros. Debajo del piso del maletero localizamos una rueda de galleta, que si en un vehículo para realizar distancias más largas puede ser un gran problema aquí sí tiene todo el sentido del mundo. Con que nos sirva para llegar al taller más próximo es suficiente.
En cuanto a equipamiento de seguridad, el acabado Acenta monta airbags frontales y laterales para conductor y acompañante además de ABS.
El Nissan Pixo es un vehículo pensado por y para la ciudad, una propuesta que invita a reflexionar sobre cuáles son las necesidades reales de la movilidad urbana y sobre la cantidad de espacio, recursos y potencia que solemos despilfarrar cada día sobre el asfalto. El resto, dependerá de las necesidades de cada uno.
Para dar todavía un poco más de coherencia a la propuesta, y especialmente a su precio, el Pixo cuenta únicamente con dos niveles de acabado y sólo dos opciones. El acabado Visia arranca en 8.300 €, mientras el Acenta del ejemplar de la prueba en 9.450 €. Por este precio dispondremos de una radio CD MP3 bastante sencilla, airbags frontales y laterales, ABS, asientos traseros abatibles 50/50, cierre centralizado con mando a distancia, elevalunas eléctricos delanteros, apertura del portón trasero desde el interior y faros antiniebla.
Con el pack safety opcional, que incluye airbags de cortina y ESP, el precio es de 10.150 €. La pintura metalizada cuesta 300 € y la transmisión automática está disponible a partir de 11.150 €.
Es cierto que algunos coches funcionan como auténticos sedantes sobre la carretera y otros se acercan mucho más a lo contrario, pero el hecho es que a menudo, como conductores, nos adaptamos sin darnos cuenta a las características de los vehículos que conducimos.
Con el Nissan Pixo no es infrecuente verse circulando con un brío poco corriente por la ciudad. Primera, segunda, tercera, cuarta, me paro en el semáforo. Primera, segunda, intermitente, tercera, primera, peatones, vuelvo a arrancar. El volante gira cada vez más rápido, apuramos un poquito más las marchas, paramos en seco.
Y después nos preguntamos si el resto de coches iban exageradamente lentos o es que nos hemos excitado más de la cuenta. Sólo para urbanitas…