Gaby Esono.- Ya ha finalizado la 34ª edición del Rally Dakar, que en este 2013 volvía por quinto año consecutivo a América del Sur, después de que en 2008 la ASO, la organización de la prueba, se viera obligada a suspenderla por culpa de las amenazas de terroristas que no querían ver pasar la caravana por África.
Los más veteranos aún hablan con nostalgia del antiguo Dakar, al que atribuyen un punto romántico que tiene que ver con las primeras ediciones organizadas por su fundador, Thierry Sabine, pero que necesitó de la participación de equipos muy profesionales y grandes marcas para hacer de la prueba lo que es hoy: un escaparate mediático de magnitud mundial.
De modo que el salto a Suramérica, visto con la perspectiva que ya permiten estas cinco ediciones, ha sido todo un trampolín que ha multiplicado la repercusión del evento y, por consiguiente, el interés de mucha más gente.
A pesar de ello, la situación económica es la que es y, tras el abandono de Volkswagen, que ya no disputó la carrera de 2012, los promotores del Dakar no querían que el equipo Monster Energy X-Raid monopolizara los titulares de cada una de las 14 etapas del Dakar 2013.
Para impedirlo, aparte de ceder a la exigencia de Robby Gordon de que se hiciera una “preverificación” de su Hummer del equipo Speed Energy Racing (el año pasado se descubrieron irregularidades en su enorme buggy), hicieron cambios sustanciales en el reglamento que afectaban sobre todo a los motores, que debían partir de especificaciones de serie levemente modificados.
Eso, y la prohibición de equipar los coches con tracción total con un sistema de autoinflado de los neumáticos, colocaba a los buggies de un día para otro como firmes candidatos a conseguir, por lo menos, victorias parciales en esta prueba.
En serio desde el principio
No contentos con esto, para esta edición, que empezaba por primera vez en Perú, decidieron poner un montón de dunas y arena desde el primer kilómetro del camino hacia Santiago de Chile, una ruta prevista de 8.574 kilómetros que, una vez, más alternaba la humedad sofocante al nivel del Océano Pacífico con el frío de las alturas de la Cordillera de los Andes y el calor del árido desierto de Atacama. Hasta la lluvia se apuntó por su cuenta a la fiesta y fue, de hecho, la que causó más trastornos a la organización, que se vio obligada a variar el recorrido previsto en varias etapas.
Nada de esto perturbó el pilotaje de Stéphane Peterhansel, que perfectamente guiado por su copiloto habitual Jean-Paul Cottret, firmaba una primera mitad de carrera de libro, sin errores ni problemas mecánicos.
De hecho, la pareja francesa ha liderado la clasificación general desde la segunda etapa, y no ha dejado esa privilegiada posición hasta el final, gracias entre otras cosas a ciertas erráticas decisiones de los comisarios de la carrera, que después de haber bonificado a Carlos Sainz y Timo Gottschalk el tiempo perdido por culpa del fallo de su navegador en la segunda etapa, al día siguiente volvieron a sumarle los 21 minutos de más.
Y es que los buggies del equipo Qatar Red Bull Rally Team eran, tal y como se preveía, los primeros que ponían en entredicho la autoridad de Monsieur Dakar, toda vez que Gordon perdía en la primera especial todas las opciones de alzarse con la victoria que había venido a buscar.
Alternativa para el futuro
Este proyecto de última hora promovido por Nasser Al-Attiyah apenas había tenido 4 meses para desarrollar un coche competitivo y, aunque la combinación de relativa ligereza con la potencia de un motor de Chevrolet Corvette hacían de este tracción trasera una baza segura en velocidad punta, nadie apostaba demasiado respecto a su fiabilidad, como finalmente se pudo comprobar.
El motor del buggy de Sainz fue el primero de los dos en caer, incapaz de soportar la alta exigencia a la que madrileño suele someter a todos los vehículos con los que compite, mientras que el piloto qatarí, acaso el más rápido sobre las dunas, sufrió más de lo debido cuando comenzaron los tramos más revirados, en los que su coche sufría más que la tracción total del eficaz Mini Countryman All4 Racing. Un fallo de conducción durante la novena etapa dio con el buggy preparado por el especialista americano Jefferies Racing contra un árbol y, aunque pudieron continuar durante muchos kilómetros, a falta de 4 para concluir la especial su mecánica dijo basta.
Aunque ese buggy llevaba cuatro victorias parciales hasta ese momento, no era el único tracción trasera que enseñaba las garras. Robby Gordon, por ejemplo, se mostró toda la prueba rapidísimo, dispuesto a demostrar que su Hummer y su agresivo estilo de pilotaje son herramientas válidas para ganar etapas en el Dakar.
Y será difícil convencerle de lo contrario, porque los días que no tuvo problemas por atascarse en las dunas se mantuvo por norma entre los más rápidos, haciéndose al final (cuando los puestos en cabeza estaban ya bastante definidos) con un par de etapas en las que luchó, entre otros, con Guerlain Chicherit, que ha sufrido todo tipo de problemas en esta carrera, como por ejemplo la avería de la asistencia de la dirección en la quinta etapa, que le dejó los brazos sin fuerza. Días después, ya recuperado, fue capaz de llegar el primero con su Buggy-SMG en la octava jornada.
Los favoritos, en su papel
Pero las etapas que se iban repartiendo los buggies eran las que dejaban libres los coches del equipo X-Raid, cuyo responsable, Sven Quant, debe sentirse de lo más satisfecho. De los siete coches con dorsal que desembarcaron en Lima, sólo uno, el Mini del polaco Krzysztof Holowczyc, se ha quedado en el camino por un accidente, y cuatro han quedado entre los cinco primeros.
Nani Roma y Michel Périn son los que han conseguido un mayor número de victorias, cuatro, pero no han sido capaces de capitalizar esta competitividad para luchar por el triunfo en Santiago de Chile.
La alternancia de pequeños (una rueda de repuesto suelta) y grandes problemas (caída en un socavón de arena) les supuso ver demasiado pronto cómo se alejaba su objetivo de vencer en el Dakar 2013, de ahí que a medida que se iban quemando etapas y se iban descartando rivales, Roma alternó actuaciones de auténtico piloto de rallies de primer nivel con otras en las que se dedicó a hacer labor de equipo acompañando a Peterhansel por si sufría unos problemas que, en la segunda mitad de la prueba, nunca fueron tan graves como para hacer peligrar el triunfo final.
Porque si bien la atención mediática mientras se mantuvieron en carrera la acapararon Nasser Al-Attiyah y Carlos Sainz, el rival que siempre estuvo en la mente del francés fue el sudafricano Giniel de Villiers, ganador en el Dakar de 2009.
También Nani Roma contaba con él durante la presentación oficial previa a la carrera, consciente de que el equipo Imperial había mejorado el ya competitivo Toyota Hilux que había permitido acabar tercero en 2012 al regular piloto, que al llegar a Santiago de Chile se mostraba muy satisfecho por el resultado y por cómo había discurrido la prueba, pero que para la próxima edición espera contar con un motor más potente.
La solvencia de Foj
Mención especial se merece, un año más, Xavi Foj, que ha repetido victoria en la categoría T2, la de coches prácticamente de serie, con un Toyota Land Cruiser preparado por Jatón. Con 22 participaciones a sus espaldas, el piloto de Molins de Rey (Barcelona), de 53 años, ha conseguido imponer su experiencia frente a los medios muy superiores de otros equipos que tenían el apoyo directo de la firma japonesa.