Prueba realizada por Gaby Esono
Los tiempos en los que una única marca se podía presentar como abanderada de la tracción total en los segmentos de mayor representación pasaron hace tiempo. Hoy en día, cualquier fabricante premium con un mínimo de visión comercial tiene claro que, junto a las versiones con tracción a un solo eje, sea delantera o trasera, sus concesionarios deben poder darle al cliente la posibilidad de verse a sí mismo conduciendo su coche habitual de camino al apartamento de la montaña a pie de las pistas de esquí, o visitando a sus primos de Suiza para pasar las Navidades. En realidad, los escenarios posibles son casi infinitos.
Cars Gallery, concesionario oficial de Maserati en Barcelona, me dio la oportunidad realizar una nueva toma de contacto con la marca tras la realizada el año pasado en S’Agaró durante el Maserati Centennial Tour. En esta ocasión se trataba de conocer al Maserati Quattroporte S Q4 y el Maserati Ghibli S Q4, las respuestas de la firma del tridente para este perfil de usuario que quiere un coche que se distinga del resto de modelos de (muy) alta gama no sólo por su carrocería, sino también, y especialmente, por las sensaciones que aporta al conducirlo, acompañadas por el plus de seguridad y eficacia que aporta la tracción total.
El sistema de tracción total Q4 de Maserati cuenta con un embrague multidisco en baño de aceite gestionado electrónicamente que se encarga de enviar hasta el 50% del par a las ruedas delanteras, en 150 milisegundos. Ahora bien, nobleza obliga, de ahí que esté diseñado para que uno nunca olvide que para disfrutarlos de verdad estos coches han de ser bien conducidos. Tanto es así, que al arrancar el motor 3.0 V6 Twin Turbo de 410 CV de potencia y 550 Nm de par, asociado obligatoriamente a un cambio automático de 8 relaciones, por defecto lo que tenemos es una clara predominancia de la tracción trasera.
En condiciones de buena adherencia y velocidades de hasta 80 km/h, el reparto de par es de un 30:70 para el eje delantero y trasero respectivamente. A medida que subimos la velocidad hasta los 130 km/h y se mantiene todo bajo control, delante llega apenas un 10% de la fuerza del motor, reduciéndose paulatinamente hasta que el S Q4 de turno, sea Quattroporte o Ghibli, se convierte en un tracción trasera puro y duro.
Otra cosa es lo que ocurre cuando se le buscan las cosquillas al bastidor, que es de hecho para lo que servía esta toma de contacto, y en las paellas de subida y de bajada hacia la estación de esquí de Baqueira-Beret me quedó claro que Maserati no ha querido renunciar a sus principios, por mucha tracción total que le ponga a sus coches.
Sorprende, y mucho, el comportamiento en carretera del buque insignia de la firma italiana. Algo debería haberme olido cuando, al verlo en directo, uno recuerda cómo su estilizada carrocería disimula como ninguna otra berlina de representación sus 5.262 mm de longitud (24 mm más que la cerrocería larga del BMW Serie 7) y, sobre todo, los 1.920 kg de peso del Maserati Quattroporte S Q4, 60 kg más que su hermano de tracción trasera.
Si en su día el dos ruedas motrices me pareció tremendamente ágil, con la tracción a las cuatro ruedas y en un escenario húmedo y a ratos bacheado como el de las carreteras de los alrededores de Baqueira-Beret la impresión ha sido aún más positiva. Gracias a una dirección que transmite fielmente lo que ocurre bajo las ruedas, y con la suspensión activada en posición Sport, la más dura, esta berlina consigue un muy buen equilibrio entre aplomo, absorción de irregularidades y agilidad, siendo esta última la cualidad a la que parece que han dado preferencia.
Pese a su gran tonelaje, las inercias sólo castigan en las entradas a los virajes más cerrados, en los que si se entra un poco pasado te condena a tener más paciencia de la cuenta a la salida. Y es una pena porque, aunque está razonablemente bien insororizado, tal y como suena el V6 desarrollado conjuntamente con Ferrari, lo normal es tener prisa por pisar a fondo el acelerador y subir una tras otra las marchas del preciso y muy bien puesto a punto cambio automático.
Pero es lo que decía en al apartado anterior respecto a la tracción total Q4. Este Maserati, como todos los demás, está hecho para que quien se ponga al volante tenga bien claro el significado del verbo conducir. Y si es pilotar, mejor que mejor, porque resulta de lo más satisfactorio ponerse no ya a buscar sus límites, que en carretera lenta resultan relativamente fáciles de encontrar, sino incluso a jugar con las inercias y redondear las curvas a voluntad, es decir, o dando vidilla a las ruedas traseras, o bien sacando todo el partido a la eficacia de su transmisión. Eso sí, si vas a hacer un pedido, no olvides marcar por lo menos la casilla de las levas del cambio en el volante (1.113 €).
Ninguno de los coches de este tamaño que he probado, como el BMW 730d o el Mercedes-Benz Clase S, te incitan como lo hace el Quattroporte a ser un chico travieso, entre otras cosas porque la berlina italiana está claramente concebida para que el conductor perciba con claridad lo que está pasando en la carretera y en el coche, algo que sus rivales alemanes evitan a toda costa.
Habrá quien diga que por los 128.300 € que cuesta el Maserati Quattroporte S Q4 se podía pedir más refinamiento en la rodadura. Error. Porque si precisamente esta berlina de representación se distingue de las demás es porque, ofreciendo un interior con unos acabados de impecable factura, presume como ninguno de combinar un porte entre elegante y clásico y unas sensaciones de coche de los de antes. Y eso, a estos niveles, también tiene su precio.
Podría decirse que el Maserati Ghibli S Q4 es el hermano revoltoso del Quattroporte. Siendo estrictos, no diría que se trata de un rebelde, porque cuando la firma italiana lo lanzó al mercado dudo que tuviera en mente a conductores treintañeros con ganas de comerse el mundo. O al menos no solo. Pienso, más bien, que el objetivo era más bien dar una nueva alternativa a quienes deseaban sentarse detrás de un tridente, tenían cierta necesidad de espacio o representatividad, pero un coche de más de 5 metros les resultaba demasiado ostentoso o poco práctico.
Los 4.971 mm de la berlina «pequeña» de Maserati la colocan en el segmento de los sedanes premium como el Mercedes-Benz Clase E, el BMW Serie 5 o el Audi A6. Ahora bien, igual que sucede con el Quattroporte, el planteamiento de partida del Ghibli es bien diferente al de los excelentes pero inevitablemente sobrios alemanes.
Para empezar, nada más entrar en el coche la sensación es de que el conductor es el principal protagonista de la fiesta que se avecina. Salpicadero, consola central, volante, cambio… Todo está mucho más cerca de lo habitual en un coche de estas dimensiones. Y esta cercanía es tan solo un anticipo de lo que llega cuando pisas el freno, presionas el botón de arranque, a la izquierda del volante y el sonido del motor se hace mucho más presente.
Equipado con el mismo bloque 3.0 V6 Twin Turbo de 410 CV de los Quattroporte S, al Maserati Ghibli S Q4 le bastan muy pocos metros para señalar que se trata de un tipo de coche bien distinto. El ágil aplomo del buque insignia se vuelve en el hermano menor en agilidad con mayúsculas, más sorprendente incluso si cabe, porque no hay que olvidar que además de una carrocería que tampoco cabe en cualquier aparcamiento, sus 1.870 kg. de peso en orden de marcha no son de peso pluma precisamente. La verdad es que no importa mucho, porque la pérdida de lastre se deja notar en cuanto llegan las curvas. Literalmente.
Según las cifras oficiales, el Ghibli apenas saca ventaja al Quattroporte en velocidad punta (284 frente a 283 km/h, respectivamente) y en aceleración de 0 a 100 km/h (4,8 en lugar de 4,9 segundos), lo cual habla muy bien de las cualidades del motor, que además calca exactamente los mismos consumos en ambos modelos, con una media combinada de 9,7 l/100km. Por otra parte, frenando de 100 a 0 km/h, la mayor sección de neumático del mayor (245/45 R19 delante y 275/40 R19 detrás) respecto al pequeño (235/50 R18 y 275/45 R18) permite a aquél detenerse en 35,5 metros, cuando el Ghibli requiere 36 metros.
Pues poco de todo esto sale a relucir cuando te pones en serio tras el volante. En ese momento, su superior agilidad obliga a estar más concentrado, pero a la vez es mucho más gratificante, si eres de los que tienen un compromiso permanente con la conducción. Pierde mucho menos en las transiciones de curva a curva y la viva serenidad del Quattroporte, imbatible en autopista y viajes largos, deja su sitio a un marcado afán por la eficacia en curva que agredecerán los usuarios habituales de puertos de montaña.
Maserati pide por los 410 CV y la tracción total del Ghibli S Q4 la suma de 100.587 €, una diferencia respecto al Quattroporte homológo que no debería ser determinante para quien tenga en mente un coche de cuatro puertas con un tridente en la parrilla. Lo que sí tendría que serlo es si prefiere tener una limusina de lujo extremo que siempre te pida que lo conduzcas -y tienes una buena plaza para aparcarlo-, o bien o que se busca es un coche que parece una berlina de excelente factura pero que, en realidad, al volante te reclama que lo trates como lo que es, un deportivo camuflado.