Prueba realizada por Roger Escriche
El famoso downsizing no sólo va de quitar centímetros cúbicos en los cilindros, también va de reducir los coches en sí mismos. Ya sea para rebajar las medias de emisiones contaminantes, un cometido en el que las marcas premium alemanas son auténticas expertas, ya sea por interés puramente comercial, o por ambos a la vez, Audi se ha decidido a bajar un peldaño.
Aunque esto no es exactamente así, porque Audis pequeños los ha habido antes. El experimento no es tal y tiene cierto recorrido. Nos podríamos remontar por ejemplo al Audi 50, allá por los años 70 del siglo pasado, pero por aquel entonces los cuatro aros no poseían el aura de exclusividad que emanan ahora.
También podemos recordar el A2, el segundo coche producido en serie con carrocería de aluminio después de su señoría A8, un auténtico avanzado a su tiempo con un motor de inyección directa de gasolina que sin embargo no llegó a cuajar por muchas razones que no vienen a cuento.
Lo que importa en este caso es que el A1 es diferente, porque la primera impresión es que la firma de los cuatro aros ha ido a lo seguro para garantizarse el triunfo.
Otra cosa más imprevisible es cómo consiga aterrizar el pequeño utilitario de Audi en un segmento tan superpoblado y variopinto como el suyo. De entrada, tendrá que lidiar con rivales que llegan de todas partes y contra los que por lo general no podrá competir en precios.
Hay sin embargo excepciones a la norma, empezando por su referencia en Múnich, el Mini. Si relajamos la cuestión del precio tendríamos que referirnos a modelos como el Alfa Romeo MiTo, el Citroën DS3 o el propio Volkswagen Polo, y si la obviamos directamente aparecen los de siempre en el segmento. Con todo, el Audi A1 nos ha parecido diferente a todos ellos. Ahora veremos por qué.
Esta ha sido una de las grandes y agradables sorpresas de la prueba, el motor. El asunto tiene miga porque esta variante del bloque de 1,6 litros TDI ya la hemos probado en modelos como el SEAT Ibiza, el SEAT Ibiza ST (en éste con 90 CV) y el SEAT León Ecomotive, pero las sensaciones ni se han acercado. Vamos, ni de lejos.
Hemos rebuscado línea por línea en las respectivas fichas técnicas para intentar explicar cómo es posible que la unidad que empuja al Audi corra tanto y gaste tan poco, pero sin éxito. Son calcadas. Y por lo tanto si es cierto que el bloque es el mismo, la potencia declarada es la misma, el par motor, las aceleraciones y el cambio son los mismos, no queda otra que la gestión electrónica.
Al final para eso están las pruebas de coches, para remarcar que los 105 CV del 1.6 TDI del Audi A1 están pero que muy llenos y además se contentan con cifras realmente bajas de combustible para funcionar. Ni siquiera un cambio de solo cinco relaciones logra ensombrecer la buena respuesta del motor en todos los regímenes.
Un cambio, por cierto, con un tacto impecable, preciso y firme como pocos, aunque con una palanca de recorrido un poco largo.
El empuje del motor difiere bastante de lo que estamos acostumbrados a ver en esta gama de caballaje. Lo mejor del caso es que este potencial no se ha conseguido sacrificando consumos, al contrario. En nuestra prueba, el Audi A1 se contentó con 5,7 l/100 km para regalarnos todas estas sensaciones, solo 1,8 l/100 km por encima de las mediciones ideales que aparecen en la famosa ficha técnica.
No sé qué pasa con las plataformas pequeñas de Audi, pero el hecho es que siempre nos gustan. Frente al carácter aposentado de los modelos de más empaque (salvo clarísimas excepciones, por supuesto) coches más pequeños como el A3 ofrecen un comportamiento sin peros que valgan.
Este es sin duda el caso del Audi A1. Además, encima, el jovenzuelo les ha salido un poco juguetón. Los movimientos del tren delantero son muy precisos para un coche de su tamaño, pero además hay que destacar la viveza de reacciones del tren trasero, que a lo largo de la prueba nos acompañó allá donde fuéramos. No es que estemos hablando de un coche con tacto deportivo, pero sí de un coche ágil y muy divertido de conducir.
Como era previsible tratándose de un Audi, esta agilidad se ha conseguido compatibilizar con éxito con una rodadura muy cálida, también poco frecuente en un segmento tan pequeño.
La dirección no es tan directa como la de un Mini, un coche que ataca las curvas casi con violencia, pero ni se nos pasaría por la cabeza decir algo negativo de ella, porque es precisa y comunicativa.
Probablemente en todo esto tengan algo que ver las suspensiones deportivas que se montan de serie en el acabado Ambition, y que dejan todavía por encima la suspensión deportiva S Line, disponible por 420 € en este nivel de acabado. También podría tener algo que ver el equipo de neumáticos, que en esta unidad de pruebas eran los opcionales de 215/40 en llanta de 17 pulgadas, cuando las de serie son 205/55 en llanta de 16.
El descenso de los cuatro aros hasta segmentos mundanos se ha hecho con todas las consecuencias: a primera vista, el Audi A1 no ha perdido ni un ápice de su calidad de acabados aunque por naturaleza el vehículo apunte hacia un público más joven y desenfadado. Decimos a primera vista porque en esta afirmación habrá algún matiz.
Pero empezando por el principio del principio, el puesto de conducción, la sensación de calidad es tan elevada como en los segmentos superiores. El espacio en las plazas delanteras es además muy correcto si tenemos en cuenta las dimensiones del vehículo, y los asientos (también deportivos, en este nivel de acabado), son perfectos en todos los sentidos. Cómodos, envolventes, y con reglajes por todas partes que permiten encontrar la postura apropiada de conducción en no más de 10 segundos.
No nos parce tan útil, por el contrario, el reposabrazos central, básicamente porque como en la mayoría de coches de este tamaño molesta al utilizar el cambio y en consecuencia se pasa el 90% del tiempo desplazado hacia arriba. Las plazas traseras son igualmente cómodas, pero el acceso a ellas no es apto para todos los tamaños de persona, y para las que sí es apto deberán conservar unos mínimos de elasticidad. Normalmente, es el precio que hay que pagar por tener unos asientos delanteros tan confortables, envolventes, y por lo tanto pesados.
Respecto a la pantalla multifunción desplegable, hay que decir la verdad: que llegamos a conducir unos buenos 50 km pensando que se trataba de una simple guantera. Hasta que no empezamos a toquetearlo todo no nos dimos cuenta de que era de apertura manual. Y entonces sí, ascendió en todo su esplendor.
Un poco más hacia atrás, en el maletero, llegan los matices. Nos han parecido fantásticas las luces traseras que salen a relucir cuando el maletero queda abierto, una solución que no es la primera vez que vemos pero que, además de ser muy útil, es una buena mejora en seguridad. Esperábamos encontrar un aspecto más cuidado, sin embargo, cuando se abate el respaldo de los asientos traseros.
Por cierto, otra cosa que se nos ha ocurrido cuando hemos abierto el maletero es que el futuro Audi A1 quattro, ya confirmado, y el Audi A1 e-tron, todavía un prototipo, eran dos desarrollos previstos de antemano. Es un maletero reducido como corresponde a su segmento (270 litros), pero también bastante alto, para esconder debajo la tracción total o una batería de iones de litio, por ejemplo. Sea como sea y a pesar de contar con un volumen de carga limitado, una boca de carga enorme nos permitirá aprovecharlo hasta el último centímetro.
No por ser más pequeño éste deja de ser un Audi de pies a cabeza y se mire por donde se mire. Lo que más nos ha sorprendido es sin duda el motor, que corre mucho y gasta muy poco, pero por el resto Audi nos ha conseguido transmitir que lo que teníamos entre manos era un coche digno de sus cuatro aros.
Pero hay más argumentos para desmarcarse del pragmatismo que impera en el segmento de los utilitarios, como un comportamiento bastante divertido y un nivel de acabados claramente por encima de la media. Lo dicho, un Audi. Eso, entre otras cosas, significa que también la escala de precios se sitúa también en un escalón superior. La versión más básica, el A1 1.2 TFSI de 86 CV, arranca en los 15.770 €, y así hasta los 27.300 € euros que cuesta el 1.8 TFSI S Tronic de 185 CV.
Entre los diésel, el 1.6 TDI de 105 CV de la prueba cuesta 20.960 € en el acabado Ambition.
El Audi A1 es además un coche altamente personalizable. Y cuando decimos altamente, queremos decir muy altamente. Si rebuscamos en la interminable lista de opciones encontramos equipamientos a precios elevados, pero otros más asequibles, como el asistente de arranque en pendientes, que cuesta 70 €, o el asistente de luces en carretera, a 20 €. El paquete deportivo S Line, siempre nos gusta mencionarlo, cuesta 1.915 €, y el paquete exterior S Line 1.375 €.
Primero están los coches que te exigen rodearlos cinco veces para sacarles una sonrisa, una foto potable. Después están los que pones simplemente allí, frente a un montículo de tierra, junto a un montón de basura, y empiezan a posar como una modelo profesional.
Por el montículo de tierra y la basura esparcida junto al fotógrafo, es evidente que el A1 facilita bastante las cosas cuando se trata de hacer fotos. Pero no solo eso. Nos fuimos con él al quinto pino para descubrir carreteras apetecibles, y cuando nos detuvimos para vaciar la vejiga, él mismo se puso donde debía, el puñetero. Aparcamos, nos dimos la vuelta, y estaba allí, reclamando las cámaras como un político en época de elecciones.