Prueba realizada por Gabriel Esono
¿Cuáles son las cualidades que deberían adornar a cualquier coupé que se precie? ¿Una línea atractiva que haga girar cabezas? Naturalmente. ¿Elegante como para poder lucirse delante de cualquier casino? Preferiblemente. ¿Memorable hasta llegar a convertirse en un clásico?
Ojalá, aunque eso poco importa cuando su propietario cruza el umbral de salida del inmaculado concesionario para enfrentarse a los primeros kilómetros rodeado del mundanal tráfico.
Un coupé podrá enclaustrar a sus dos o cuatro ocupantes, quizá equipe un motor que no comulgue con la deportividad que sugiere un perfil afilado, o incluso puede que su comportamiento en carretera sea más propio de una berlina.
Todo esto, sin embargo, se le perdona si a cambio su carrocería ha sido dibujada desde el amor. El amor al automóvil, se entiende.
A la vista de su evolución estética en las últimas décadas, se diría que esto lo tienen bastante claro en Audi. Desde el A1 hasta el Q7, cada uno de sus modelos parece estar cortado por un patrón que, en esencia, busca la belleza por encima de otras consideraciones que, en cualquier caso, no se olvidan.
No obstante, en el caso de cualquiera de las carrocerías del Audi A5, desde el coupé de esta prueba al tranquilo cabrio que pasó por nuestras manos, además de la variante Sportback, los compromisos pasan claramente a un segundo plano.
Pero es que Audi no puede permitirse hacer sólo un coche bonito. O al menos, no sin contar con una réplica prestacional a las variantes pensadas para quienes tienen bastante con la mera apariencia. De hecho, sus paisanos alemanes, el BMW Serie 3 Coupé y el todavía reciente Mercedes-Benz Clase C Coupé, no dudan ni un segundo en ofrecer un amplio abanico de motorizaciones y potencias.
Por eso, para los que quieren ir más allá, la gente de Ingolstadt adhiere algún que otro dígito de más en la parte trasera de sus coches: por ejemplo, TDI y quattro. Y este otro lo añado yo por mi cuenta: S tronic.
¿Es esto suficiente para hacer del Audi A5 uno de los más deseados?
No es la primera vez que cae en nuestras manos el sonoro motor 3.0 V6 TDI de 240 CV. Concretamente, ya pudimos dar buena cuenta de lo que es capaz montado en un todoterreno como el Volkswagen Touareg, y aún mejor cuando se alojaba bajo el capó del Audi A6 de la anterior generación, tanto en la berlina como en el allroad, aunque en esos casos se asociaba a cambios automáticos con convertidor de par, de 8 relaciones en el grande de Wolfsburg y Tiptronic de 6 marchas en los de los cuatro aros.
En este caso, el envío de los 500 Nm de par a las cuatro ruedas motrices corre a cargo del incuestionable cambio S tronic de 7 relaciones opcional.
La deportividad que se le supone al Audi A5 Coupé cobra en un motor potente como éste una mayor importancia, de ahí que se haya optado por acoplarle la transmisión de doble embrague, en baño de aceite, que casi siempre nos ha proporcionado sensaciones muy gratas. A pesar de que su aplicación en propulsores diésel suele resultar un poco menos satisfactoria que cuando se asocia a las altas revoluciones de un gasolina, éste no ha sido el caso.
Sin duda ayuda el hecho de que la entrega de potencia máxima se alargue más allá de las 4.000 vueltas (llega hasta las 4.400 rpm), aunque tampoco es que haga falta estirarlo tanto, porque donde mejor se desenvuelve este bloque es a bajo y medio régimen.
Al no sufrir las pérdidas propias del convertidor de par, y contar además con una carrocería menos pesada (1.660 km no son peso pluma, pero se ahorra más de 400 kg respecto al Touareg), uno podría pensar que, además de unas prestaciones más brillantes, también ofrecería unos consumos más contenidos.
Pues, en efecto, los 8,8 l/100 km de media en los más de 2.400 km que realizamos con él, la mayor parte de ellos a muy buen ritmo, dan fe de su buena disposición, mejor incluso que la del pretendidamente eficiente 2.1 de 204 CV montado en el Mercedes-Benz Clase E Cabrio.
Cuantos más Audi con tracción total quattro pruebo, más me sorprende la diferencia de actitudes y aptitudes con los tracción delantera. Con este motor 3.0 TDI 240, el Audi A5 se vende obligatoriamente asociado a este tipo de transmisión, y bien que han hecho.
Para describir cómo se comporta este coche con esta combinación de motor-cambio-transmisión no me queda otra que recurrir al tópico: va como sobre raíles.
Sus maneras en curva son neutras hasta decir basta. En carretera abierta no hay forma civilizada de descomponerlo, e incluso sobre asfalto deslizante o húmedo, pocos coches han sido capaces de transmitirme tanta serenidad y aplomo.
Y, además, con la ventaja añadida de que, entre el centro de gravedad bajo y las suspensiones deportivas del paquete S line, no estás nunca tan aislado que no te enteras de la velocidad a la que te estás moviendo.
Quiero decir que es un coupé que, a pesar de su sobrio comportamiento, transmite ciertas sensaciones, no muchas, sólo las justas para que no tengas excusa frente al juez de guardia si te cazan.
Comentaba al principio de esta prueba que, al diseñar un coupé, la habitabilidad es uno de los puntos que puede pasar a un segundo plano en el pliego de condiciones.
Con esa base de partida, y teniendo en cuenta las probables preferencias del comprador potencial de un coche de este tipo, sorprende que las dos plazas traseras sean, hasta cierto punto, acogedoras.
Al albergar, como es tradición, sólo dos ocupantes detrás, la anchura disponible es sobrada, mientras que la cota de altura no es para nada claustrofóbica para ocupantes de talla media.
El espacio para las piernas ya escasea un poco más, pero no lo suficiente como para odiar los viajes largos.
Lo importante aquí, sin embargo, es el puesto de conducción, que en el caso del Audi A5 es casi impecable.
El casi se debe a que acceder al cinturón de seguridad exige una cierta elasticidad, o la previsión de acercártelo antes de integrarte en el asiento que, esto sí, es de factura perfecta y sujeta de maravilla sin que te sientas enjaulado por su culpa. De eso ya se encarga el negro tapizado del techo.
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Entre la robustez que ofrece Mercedes-Benz y la deportividad que uno se suele encontrar en los BMW, Audi ha sabido encontrar un punto de equilibrio en el que la tracción total quattro juega un papel fundamental.
Un motor en el que se ha logrado un buen compromiso entre suavidad de funcionamiento y una cierta contundencia que, en modelos de mayor masa, nos había pasado desapercibida, más un cambio con el que sales ganando pongas donde lo pongas, hacen que el tipo de conducción que a uno le guste practicar sea lo de menos, porque satisface todos los terrenos y evita muchos sobresaltos.
Así pues, Audi ha logrado con este Audi A5 un producto redondo por el que pide, antes de todas las opciones disponibles, 52.600 euros, que se quedan en 50.380 euros si eres de los que todavía prefieren manejar la palanca de cambios.