Reportaje realizado por Gaby Esono
Según la RAE, conducir es, simplemente, guiar un vehículo automóvil. Como esta definición resulta un poco limitada, para el caso que nos ocupa es mejor usar la de wikipedia, que explica que es hacerlo funcionar de manera controlada. Importante matiz este último, porque es el que define la razón de ser de una escuela de conducción como la de Fast Parcmotor en Castellolí.
Un buen conductor se caracteriza, fundamentalmente, por sus correctas actitud y aptitud cuando está al volante. De poco sirve ser un volantista consumado si no se respeta al resto de quienes circulan por la carretera; del mismo modo, cumplir escrupulosamente con el código de circulación, tal y como nos enseñaron en la autoescuela, no garantiza que seamos capaces de solventar una situación de peligro imprevista.
Mientras que el primer caso es una cuestión de la educación de cada uno, para el segundo sin ninguna duda el único camino posible es acudir a una escuela de conducción. Después de haber estado en un curso de conducción 4×4 de la escuela de baSSella experiences, en esta ocasión me colé en las instalaciones de Fast Parcmotor para recibir un curso de conducción deportiva. El objetivo estaba claro: conocer la mecánica de este centro especializado y, naturalmente, mejorar mi propio nivel de conducción en condiciones de seguridad.
Y es que una vez consigues aprobar el trámite administrativo del examen de conducción, la consabida tarjetita rosa te autoriza desde el primer día a conducir cualquier coche, que bien puede ser un Fiat 500 o un Bentley Bentayga, dependiendo de tu poder adquisitivo. Al principio tienes menos puntos (8 en vez de 12), te dejan beber menos (hay quienes pensamos que debería estar completamente prohibido para todos) y tienes que llevar la placa con la L bien visible. Y ya está, porque afortunadamente hace 5 años suprimieron la obsoleta limitación a 80 km/h para los conductores noveles.
Pero con el carné de conducir en la cartera, la mayor parte de los conductores adquieren soltura de forma autodidacta. Como mucho, familiares y amigos con más experiencia se prestan a dar lecciones gratis, como si conducir fuera lo mismo que pedirle a tu cuñado, ese que dice saber tanto de ordenadores, que te instale el antivirus. Pero no lo es.
Para aprender realmente a conducir, es decir, a controlar nuestro coche cuando nos desplazamos con él, lo idóneo es confiar en profesionales. El valor de éstos no se mide en años de carné ni en kilómetros acumulados en los dos, tres o cuatro coches que hayan tenido, sino en su capacidad para enseñar a anticipar las reacciones del coche, a optimizar sus prestaciones –su capacidad de frenada, la velocidad de paso por curva, etc.- y a reaccionar de forma adecuada ante un fallo que hayamos cometido previamente.
Porque sí, esto es importante tenerlo siempre muy en cuenta: un coche no “se va”, sino que son la o las malas decisiones de quien lo conduce las que, por lo general, acaban provocando los sustos.
Cura de humildad
Lo primero que hacen en Fast Parcmotor al empezar un curso de conducción es preguntar a los alumnos cómo nos puntuaríamos del 1 al 10. Las respuestas más comunes están del 7, los más modestos, para arriba, no en vano todos nos consideramos buenos conductores.
El problema llega cuando nos colocan como referencia a un conductor al azar como puede ser Sebastien Loeb, 9 veces campeón del mundo de rallies. Si el piloto francés puede considerarse un 10, puede que ponerse a uno mismo un simple aprobado sea, cuanto menos, pretencioso. Se trata, por tanto, de ser humildes y reconocer que nuestro nivel real al volante probablemente sea mucho más modesto del que pensábamos a priori.
Postura al volante
El siguiente paso es mostrarnos la correcta postura al volante. El asiento debe estar lo más bajo posible y lo suficientemente cerca para tener los brazos semiflexionados al coger el volante (las muñecas, apoyadas sobre el volante en la posición de las 12 en punto y con los hombros sin separarse del respaldo, deben sobrepasar ligeramente el aro), y los pies deben llegar hasta el fondo de los pedales dejando las piernas también con cierta flexión. El cinturón debe tensarse una vez abrochado y no debe cruzar a la altura del cuello. Otro detalle muy recomendable es viajar con las ventanillas cerradas si es posible o bajarlas del todo si no queda otra, pero nunca llevarlas a media altura.
Tras las primeras indicaciones estáticas, antes de ponernos a conducir, el instructor (Juanma, en esta ocasión) nos explica la forma correcta de coger y girar el volante, cuando se pueden cruzar los brazos (en maniobras y para hacer y deshacer el contravolante), cuando deben mantenerse fijas las manos (en giros amplios y rápidos) y cuando deben moverse usando únicamente la mitad del aro que les corresponde (en curvas cerradas).
Girar y frenar
Una vez aprendidos los principios básicos de la conducción, el siguiente paso es ganar soltura con el volante. Varios ejercicios de esquiva de conos en zigzag a varias velocidades permiten tomar conciencia de la importancia de mover las manos correctamente y de mirar más allá del obstáculo que estamos a punto de superar. De hecho, uno de los aspectos en los que más se insiste durante todo el curso es que hay que fijar la mirada hacia el punto al que nos queremos dirigir.
Esto, que se escribe en 13 palabras y se lee en menos de 3 segundos, al volante se convierte en una costumbre que, en décimas de segundo, puede determinar la diferencia entre la vida y la muerte. No lo digo yo, sino que te lo repiten hasta la saciedad durante el curso, donde le ponen el nombre ‘vida’ al cono correcto al que tienes que dirigir el coche.
Tras los ejercicios de esquiva de conos, llegan los de frenada, otro de los puntos clave en cualquier tipo de conducción, pero más si cabe en la deportiva. La forma correcta de frenar es aplicando más presión al principio e ir liberando el pedal a medida que vamos a buscar el vértice de la curva.
Ello se debe a que, a mayor velocidad, más difícil es para los frenos bloquear las ruedas; por otro lado, si al iniciar el giro las ruedas tienen que hacer menos esfuerzo frenando, entonces serán más eficaces para dirigir el coche hacia donde le ordenamos con el volante; un tercer motivo, nada baladí, es que si te equivocas al evaluar una curva, siempre será mejor llegar hasta ella más lento de lo esperado que más deprisa.
Para poner todo ello en práctica, empezamos con un ejercicio de frenada de emergencia sobre un piso de adherencia prácticamente nula. Los monitores le añadieron gracia a la tarea –o dificultad, más bien-, se desconectando los sistemas de ayuda a la conducción de serie en el SEAT León (el coche oficial de Fast Parcmotor). Así, sin ABS, ni control de tracción ni ESP (sin el primero, el segundo y el tercero no existirían), debíamos enfrentarnos a una pista de hielo como se hacía en los viejos tiempos, a base de sensibilidad y suavidad con los pedales y el volante.
Una vez superada esta prueba, en la siguiente se trataba de perderle el miedo al freno o, lo que es lo mismo, aprender a pisarlo a fondo cuando es necesario. Sobre asfalto seco, había que acercarse a una curva a una velocidad determinada y frenar como nos habían explicado. Tras varias repeticiones, se iba reduciendo la distancia entre los conos de referencia y la curva en cuestión, lo cual obligaba, en el último caso, a realizar una frenada extrema si querías inscribir el coche correctamente en la curva.
Este ejercicio se realizaba en un pequeño circuito que servía también para aprender a trazar modelando la presión del acelerador y haciendo un solo movimiento con la dirección, evitando en lo posible hacer correcciones mientras se aborda la curva.
El contravolante
Si todo lo aprendido hasta ahora servía para ser lo más eficaz y seguro posible al volante, la lección siguiente iba a consistir en qué se tiene que hacer cuando no se han hecho bien los deberes antes de iniciar la curva y, al encontrarte en ella, se produce un derrapaje.
Como norma general, hay que distinguir entre subviraje (las ruedas del eje delantero pierden adherencia y van hacia el exterior de la curva) y sobreviraje (lo mismo, pero con las ruedas traseras). No hay nombre para el deslizamiento de las cuatro ruedas a la vez, pero sí una certeza: si te encuentras en esa situación, algo has hecho muy mal.
La corrección del subviraje tiene poco secreto, ya que normalmente con dejar de acelerar es suficiente para que el coche recupere la trayectoria marcada por la dirección, y se trata de una acción muy intuitiva.
El sobreviraje, en cambio, ya requiere de cierta práctica para corregirlo correctamente. Si bien las reacciones del vehículo pueden ser diferentes según estemos conduciendo un tracción delantera, un tracción trasera o un coche con tracción total, en general lo más adecuado para salir airoso es liberar presión del pedal del acelerador y realizar contravolante, es decir, girar el volante hacia el lado al que van las ruedas traseras cuando empiezan a deslizar, y deshacer el giro tan pronto recuperen adherencia.
En algunas escuelas sugieren que, en un tracción delantera, dar gas puede ayudar a que el eje trasero deje de derrapar. En Fast Parcmotor desaconsejan esta práctica, por lo menos hasta que no se tenga completamente dominado el contravolante, ya que si se hace mal podemos provocar que el coche y la dirección, cuando se recupera toda la adherencia, no esté bien colocado para seguir la trayectoria de la curva y nos dirijamos rápidamente fuera de la calzada.
Por ese motivo, los dos siguientes ejercicios se centraron en el perfeccionamiento de la maniobra predilecta de los amantes de la conducción deportiva. En un pequeño circuito con asfalto liso se disponían tres curvas (dos abiertas a izquierdas y una cerrada a derechas) en las que se provocaba el deslizamiento del eje trasero tirando del freno de mano, y se realizaban varias pasadas con el ESP y el control de tracción activados y otras desactivados.
En el otro, se forzaban del mismo modo hasta tres giros de 180 grados, en los que había que coordinar la acción de hacer y deshacer el contravolante con la acción sobre el acelerador, que si se pisaba pronto al salir de cada curva provocaba subviraje y si se hacía tarde el motor comenzaba a calarse.
El último ejercicio que realizamos en el curso de conducción deportiva combinaba un tramo con varias curvas enlazadas (las últimas se trazaban prácticamente en línea recta) con una zona lanzada que terminaba en una curva que se cerraba bruscamente. Se trataba de un buen colofón al día, con la dosis justa de adrenalina (era el ejercicio en el que alcanzábamos mayor velocidad, aunque las condiciones de seguridad eran absolutas durante el curso) y que nos permitía aplicar la más importante de las enseñanzas, la de frenar de forma regresiva.
Lo primero que a uno le viene a la cabeza cuando piensa en conducción deportiva es en el ‘pie a tabla’, tu coche cruzado y el chirriar de las ruedas en cada curva y en cada aceleración. Todo eso, sin embargo, podrá ser todo lo emocionante que uno quiera, pero ni es seguro, ni es eficaz y ni siquiera es realmente deportivo. Todo lo más, se puede considerar ruido.
La conducción deportiva es aquella en la que se aprovechan las prestaciones del vehículo para ser más rápido pero con seguridad. Por eso, por paradójico que pueda resultar, lo primero que hay que aprender para ser más rápido es frenar correctamente.
Llegar a la curva a la velocidad adecuada es la clave para seguir la trazada ideal, aquella en la que las inercias del vehículo inciden menos y, por consiguiente, permite que los neumáticos tengan que repartir lo menos posible su trabajo (cuanto menos esfuerzo tengan que hacer para sujetar el coche en la curva, más fácil lo tendrán para transmitir al suelo las fuerzas de frenada y de aceleración).
En cualquier caso, es importante insistir en otro aspecto clave: antes de lanzarse a realizar un curso de conducción deportiva, es altamente recomendable (debería ser incluso obligatorio) asistir a uno de conducción segura, en el que poder aprender conceptos básicos como la posición de conducción y la forma de sujetar y mover el volante.
Fast Parcmotor Castellolí es una de las escuelas de conducción más activas de la actualidad. Cuenta con un amplio programa de cursos para particulares y empresas, adaptados a las necesidades específicas de cada colectivo.
Su propuesta básica para coches se compone de tres cursos de Conducción Segura (Nivel 0 de 4 horas, y niveles I y II de 8 horas), y el curso de Conducción Deportiva (8 horas) del que hablo en este reportaje. También ofrecen cursos de Conducción Todoterreno (dos niveles, de 8 horas cada uno) y de Conducción sobre Hielo y Nieve (4 horas). Su oferta incluye además cursos de conducción para moto, camión, e incluso contra incendios.
Por otra parte, en su circuito de velocidad se organizan todo tipo de eventos del automóvil.