Gaby Esono.- El piloto barcelonés Dani Juncadella se convirtió el año pasado en el tercer español en llegar a la parrilla del prestigioso DTM, tras Miguel Molina y Roberto Merhi.
En los últimos tiempos, el Campeonato de Turismos Alemán (Deutsche Tourenwagen Masters)ha ido creciendo en difusión e internacionalización, pero no solo. La espectacularidad de las carreras y el impresionante aspecto de los coches que compiten en ella han sido suficiente atractivo para que Audi, BMW y Mercedes-Benz, las tres marcas premium de referencia alemanas, no pongan pegas a una reglamentación bastante restrictiva que persigue la igualdad entre los vehículos.
La consecuencia es que en pista se encuentran el Audi A5, el BMW Serie 4 Coupé y el Mercedes-Benz Clase C Coupé y las diferencias en cada carrera se dirimen por norma en milésimas.
Dani Juncadella cumplió el año pasado perfectamente con su papel de rookie y realizó varias actuaciones muy destacadas en una temporada que fue de más a menos en su adaptación a los turismos.
El piloto catalán, en cualquier caso, se siente mejor en el interior de un monoplaza. De hecho, los resultados en los diversos tests realizados con Ferrari y, sobre todo con Williams y muy especialmente con Force India, le han permitido asegurarse en 2014 el tercer volante en esta última escudería, a la que acompañará durante la temporada de Fórmula 1 y con la que rodará en diversas sesiones libres de los viernes.
Está a un paso de su sueño, ha reconocido Dani, que de momento no tendrá problema para compatibilizar el DTM con la F1. Ahora bien, aunque es lógico y lícito que su aspiración sea tener un asiento titular en un equipo puntero de la categoría reina, después de haber subido a su lado en el Mercedes-Benz Clase C Coupé del equipo, se hace difícil imaginar otro coche en circuito donde se lo pueda pasar tan bien.
Había cola por hacer de copiloto de Dani Juncadella en la sesión de demostración organizada por Hankook, proveedor de neumáticos exclusivo del DTM, el pasado miércoles 5 de febrero en el Circuito de Castellolí. Un selecto grupo de periodistas europeos habíamos sido convocados para la ocasión y ninguno, ni siquiera los más veteranos, queríamos perder esa ocasión.
A primera hora de la tarde llegó mi turno, con el asfalto ya seco después de la ligera lluvia que había ido cayendo de forma intermitente durante toda la mañana. Antes había tenido que firmar los correspondientes papeles del seguro y de exención de responsabilidades, en los que aseguraba que no estaba enfermo del corazón y que sabía que podía morir realizando esa actividad…
A continuación, Mathias, un tipo muy simpático y eficaz, me acompañó al motorhome donde me entregó un mono ignífugo y muy abrigadito que, para mi sorpresa, era prácticamente de mi talla. Lo mismo que los botines. Una vez vestido como un piloto, solo me quedaba ir al pit lane y esperar que llegara el Mercedes azul y amarillo.
Las dificultades que tuvo el copiloto precedente para salir de la jaula de fibra de carbono y tubos metálicos me permitió anticipar las mías. Traté de entrar sin romper nada y con la mayor dignidad posible, pero agradecí que no hubiera ninguna cámara por los alrededores en ese momento.
Emoción desde el arranque
Saludo cordial con Dani, choque de manos y pulsa el botón de arranque situado en el volante. El sonido al arrancar es más de máquina de vapor desajustada que de un potente V8, pero esos dos o tres segundos pasan rápidamente al olvido, porque el piloto de Mercedes no tenía ganas de esperar. Primera, segunda, tercera… y pierdo la cuenta, porque ya estamos a final de recta, en bajada, y antes de tomar la primera curva, a derechas, ya me estoy preguntando por qué el tipo que me abrochó el arnés no me lo apretó más fuerte.
Y es que la capacidad de frenada de un coche del DTM es impresionante. Casi tanto como su velocidad de paso por curva, porque las veces que había rodado en Castellolí ese primer vértice me había parecido un poco lento. Resulta que no lo es. Pero eso no era nada comparado con lo que me esperaba en la siguiente curva: ciega, ligeramente contraperaltada (o eso me pareció por cómo la fuerza G empujaba mi cabeza hacia fuera) y, por cómo se estaba tomando las cosas Dani, propensa a que la zaga del coche diera señales de vida. Como así fue.
Un rápido contravolante puso las cosas en su sitio y, para cuando quise darme cuenta de lo que podría haber pasado, ya habíamos dejado atrás la tercera curva y apuntábamos gas a fondo hacia la cuarta, la primera de las cuatro de izquierdas, y la más lenta del selectivo circuito.
Mis empastes ya se habían ido repartiendo en cada uno de los pianos, pero lo mejor estaba por llegar. Subida prolongada con curva abierta a izquierdas (ciega también, que si no no es tan divertido hacer otra vez contravolante…) y nueva recta con cambio de rasante que, una vez más finaliza en bajada.
Durante algún segundo me dio tiempo de preguntarme si el piloto reserva de Force India se estaba dejando un cierto margen: seguro que sí, pero llegados al final de esa recta hizo una pasada de frenada que le obligó a trazar por el centro de la pista. Me da igual que la culpa fuera de los neumáticos o que hubiera perdido la concentración. A mí dejó la sensación de que no se estaba guardando casi nada…
Pasada ya la mitad del recorrido (4.140 metros mide el Circuito de Castellolí), a partir de ahí el ritmo siguió siendo alto pero no descomunal. La zona más lenta (esta vez sí, la parte de bajada con curva a derechas y otra a izquierdas con doble vértice) me permitió sentir más claramente el trabajo de las suspensiones y los neumáticos que, a pesar del trote que llevaban, seguían comportándose con solvencia.
Lo más fuerte había pasado y la única pendiente que quedaba por afrontar ya nos llevaba de vuelta al pit lane.
Con el coche detenido y la adrenalina saliéndome a borbotones por las orejas, acierto a desearle suerte a Dani para esta temporada que va a afrontar, la más importante de su carrera. Una vez con los pies en el suelo, la triste realidad se hace patente: estoy temblando. Le echo la culpa a la neuroquímica pero sé que, en el fondo, he sentido miedo.
¿Se puede repetir?