Renovar por completo un modelo de éxito siempre es una tarea complicada. Si ese coche, además, tiene una personalidad y aspecto tan claramente definidos como el Mini, el trabajo se vuelve aún más complejo, por eso de que hay que mejorar lo ofrecido por sus predecesores manteniendo intacto sin embargo el espíritu del original (entiéndase, el original de ahora, no el del creado por Sir Alec Issigonis).
Ese espíritu se sostiene sobre varias patas más o menos reconocidas: una, ya comentada, su estética, claramente inspirada en el icónico Mini de 1959 y que obliga a prestar mucha atención a los detalles para encontrar las diferencias entre las tres generaciones del Mini del siglo XXI. En la carrocería del nuevo Mini Hatch, la tercera generación, el cambio más evidente se encuentra en los pilotos traseros, mucho más grandes, mientras que los delanteros, opcionalmente, ahora pueden ser direccionales e incluir tecnología LED.
La evolución, sin embargo, es bastante más profunda, porque la carrocería es ahora 98 mm más larga (el Mini Cooper mide 3.821 mm; el Cooper S, 3.850), 44 mm más ancha (1.727 mm) y 7 mm más alta (1.414 mm). El objetivo, mejorar la habitabilidad de este cuatro plazas, cuyo maletero también ha salido beneficiado al ganar 51 litros y cubicar 211 litros de capacidad.
Otro punto irrenunciable es el ágil comportamiento de este coche, que se pretende que sea parecido al de un kart. Esto implicaba una cierta dureza de suspensiones suavizada, eso sí, en la anterior generación respecto a la primera. Ahora, sin embargo, la marca va más lejos y ha desarrollado una suspensión con amortiguadores regulables en dos posiciones, una confortable y otra deportiva. Será con este ajuste cuando, probablemente, mejor puedan apreciarse las mejoras realizadas en el bastidor, ahora más ancho y largo (la distancia entre ejes se ha incrementado en 28 mm, hasta los 2.495 mm).
Gran parte de los componentes de ambos ejes se han rediseñado para hacerlos más ligeros pero también más rígidos, y la dirección ahora incluye de serie la asistencia Servotronic variable en función de la velocidad. Funciones suplementarias del control de estabilidad DSC (el secado de los frenos tras pasar por un charco, o la compensación del “fading”, entre otros), así como el bloqueo electrónico del diferencial EDLC, forman parte del valor añadido del nuevo Mini.
La gama de motores sería un tercer puntal del Mini que, en esta ocasión, comparte (o compartirá) bloques de configuración modular y tecnología con la última generación de propulsores de BMW que, entre otras delicadezas, combinan la sobrealimentación con la inyección directa de combustible, y en los gasolina además Valvetronic (regulación continuamente variable de las válvulas de admisión) y doble Vanos (distribución variable en el árbol de levas de admisión y el de escape).
La nueva estrella del pequeño de Oxford será el motor de cuatro cilindros 2.0 TwinPower Turbo, una variante “relajada” respecto al que probamos en el BMW 328i, ya que entrega en el nuevo Mini Cooper S una potencia de 192 CV entre 4.700 y 6.000 rpm y un par máximo relativamente modesto para su cilindrada: 280 Nm entre 1.250 y 4.750 rpm. Para el Mini Cooper se ha elegido el bloque de tres cilindros (comparte con el de cuatro las cotas principales) que, con 1.499 cc de capacidad, envía a las ruedas delanteras 136 CV entre 4.500 y 6.000 rpm y 220 Nm entre 1.250 y 4.000 rpm.
La única variante diésel disponible al inicio de la comercialización de la tercera generación del Mini será el nuevo tricilíndrico de 1.496 cc, con turbo de geometría variable, que alcanza los 116 CV de potencia y 270 Nm de fuerza. Todos los propulsores van asociados de serie a un cambio manual de 6 velocidades y cuentan entre sus opciones con una caja de cambios automática, también de 6 marchas.