Prueba realizada por Gabriel Esono
¿Recuerdas aquel anuncio en el que los botones de un hotel de lujo hacían lo imposible por evitar a Penélope Cruz, que llegaba con el coche hasta los topes de paquetes después de haber salido de compras?
Pues sí, ese coche era un Honda Jazz. Se trataba de la anterior generación, pero el actual, más de cinco años después de aquella campaña publicitaria, suscribiría punto por punto los valores que se trataron de transmitir entonces.
El Honda Jazz forma parte del nutrido elenco de monovolúmenes pequeños que habitan en nuestro mercado. Modelos como el Renault Modus, el Toyota Verso-S, el Citroën C3 Picasso, el Opel Meriva, el Skoda Roomster o el Nissan Note son sólo una muestra de un abanico al que pronto se añadirá la brillante propuesta del Ford B-Max, el primero en este segmento con puertas traseras correderas.
El nexo de unión de todos estos familiares es que consiguen congeniar la habilidad para moverse entre el tráfico urbano que se les supone a los polivalentes que son su base de partida, ofreciendo además una versatilidad que ya quisieran los compactos.
Pero ya que esto lo tienen todos, Honda ha querido ofrecer un algo más que distinguiera al Jazz del resto. Asumido el rol femenino que tan buen resultado le dio a su predecesor, en esta ocasión han optado por añadir una propulsión híbrida que lo convierta en el monovolumen más eficiente entre los de su clase.
Honda ofrece actualmente en nuestro mercado, aparte del Jazz, otros dos modelos híbridos: el Insight, que la marca considera como un compacto; y el CR-Z, el único híbrido coupé, y el único también con cambio manual.
Parece que lo fácil habría sido, entonces, tomar tal cual la cualquiera de las dos configuraciones mecánicas y adaptarla a un modelo cuyas dimensiones no difieren demasiado de las sus hermanos de gama.
En Honda, en cambio, han considerado que, dado que se trata de modelos diferentes, cada uno con su propio enfoque y público objetivo, merecía la pena desarrollar un motor específico para cada uno. En el caso de este monovolumen del segmento B, han partido de la base ya conocida en el sedán, compuesta por un bloque tetracilíndrico de gasolina de 1,3 litros más la tecnología IMA (Integrated Motor Assist).
El motor de combustión cuenta con la distribución variable i-VTEC propia de la marca pero, en esta ocasión, se ha prescindido de la culata multiválvula y se ha instalado en su lugar una más sencilla de dos válvulas por cilindro. Se ha mantenido, no obstante, el trabajo de reducción de fricciones internas y de gestión de los cilindros VCM (Variable Cylinder Management) para optimizar la eficiencia de este propulsor, que en el Jazz Hybrid entrega 88 CV y 121 Nm de par.
Los 14 CV y 78 Nm suplementarios que llegan del motor eléctrico contribuyen a aligerar el esfuerzo del de gasolina, lo cual debería repercutir en las prestaciones (oficialmente, acelera de 0 a 100 km/h en 12,6 segundos, 1 segundo más rápido que con el motor 1.4 de 100 CV y cambio i-SHIFT), y en los consumos (4,5 l/100 km de media, frente a 5,3/100 km). Aunque durante nuestra prueba el consumo subió hasta los 6,2 l/100 km, se trata de una cifra excelente y que lo coloca sólo por encima de un auténtico mechero como el SEAT Mii con el motor de 60 CV, al menos entre los coches alimentados con gasolina que han pasado por nuestras manos.
Por lo tanto, se podría decir que, efectivamente, el Honda Jazz Hybrid cumple con su papel de automóvil parco en consumo y, en consecuencia, en emisiones. Por otra parte, la suavidad del cambio CVT contribuye a hacer su conducción especialmente placentera, como cabía esperar de un variador continuo. Ahora bien, la suavidad es integral, de ahí que cuando se sale a carretera abierta conviene tener presente lo que se le puede pedir, que no es otra cosa que silencio de marcha a ritmo de paseo.
Es por ello que lo más recomendable es circular por norma con el sistema ECO activado. Con este modo de funcionamiento la potencia y el par se reducen un 4%, salvo que se lleve el pedal del acelerador hasta el piso, y a cambio se incrementa la suavidad de respuesta con el objetivo de buscar la mejor relación entre consumo y prestaciones deseadas; también se suaviza la gestión del cambio y, por otro lado, se potencia la recuperación de la energía de frenado, el aire acondicionado se mantiene más tiempo en modo de recirculación de aire (y se apaga cuando el sistema Idle Stop detiene el motor, por ejemplo ante un semáforo en rojo), entre otras funciones. O lo que es lo mismo, se hace lo que sea necesario para gastar lo mínimo.
A pesar de que la altura de la carrocería del Honda Jazz condiciona su centro de gravedad, más bien alto, al fabricante japonés ha sabido desarrollar un bastidor que contiene bastante bien las inercias de su monovolumen, pese a que su actitud en curva es más bien conservadora.
Honda asegura que el chasis del Jazz Hybrid es idéntico al de las versiones convencionales, pero con barras antibalanceo más gruesas y amortiguadores más duros para soportar mejor los 70 kg suplementarios de peso.
Con este híbrido, Honda ha conseguido que el confort predomine en la escena, pero también que no sea el único actor al volante.
De esta manera, aunque no se trate ni mucho menos de un coche que invite a hacer diabluras, sí mantiene una cierta agilidad de movimientos sin llevarse sobresaltos, sobre todo porque además el control de estabilidad es de los que está siempre más alerta que el conductor de turno.
Cualquier monovolumen que se precie de serlo ha de tener, entre sus cualidades inexcusables, la de una versatilidad ejemplar. Debe contar con cinco plazas plenamente habitables como mínimo (según su tamaño, han de ser siete), pero que han de poder convertirse fácilmente en cuatro, en tres o en dos y, por supuesto, un maletero de volumen adecuado. Sé que el término “adecuado” es poco específico, pero es que, como ocurre con los armarios de casa, por mucho espacio de que dispongas, siempre acaba llegando ese momento en el que necesitas más.
Los aceptables 399 litros de capacidad que Honda declara para las versiones de gasolina del Jazz se quedan en unos justos 300 litros para el Hybrid, que en algún sitio tiene que meter la batería para el motor eléctrico. Éste es el único hándicap del Jazz híbrido respecto a sus hermanos, que pueden presumir de contar con un interior muy bien estudiado.
Los asientos posteriores, por ejemplo, además de ocultarse para ampliar el maletero, que cuenta entonces con una gran superficie plana, también se pueden replegar (los llaman “asientos mágicos”), con lo que se dispone de un buen espacio detrás de las plazas delanteras. Y todo ello, con muy pocos movimientos y sin necesidad de hacer fuerza.
Otra de las características que se esperan de un coche familiar como éste es que sus ocupantes viajen con mucha comodidad. Pues en este sentido el monovolumen pequeño de Honda vuelve a ser uno de los mejores entre sus congéneres. Quizá el mullido de los asientos sea demasiado blando, pero eso no puede considerarse un defecto en un coche en el que, en principio, la mayoría de desplazamientos serán más bien cortos.
La presencia general es, pues, bastante buena, gracias a un diseño original pero acertado al que, sin embargo, le condiciona el uso intensivo de plásticos duros. Cuando te habitúas a un volante plagado de botones y eres capaz de organizarte un plano mental de todas las cavidades guardaobjetos diseminadas por el habitáculo, te preguntas por qué no hay más coches tan prácticos como éste.
Para detectar a un progenitor con conciencia ecológica, o simplemente con cierto sentido común, bastaría con echar un ojo a los coches que aparcan delante de los colegios a la hora de salida de los niños. Los que llevaran un Honda Jazz Hybrid estarían en la lista buena, porque se trata de un modelo que cumple con buena nota en aquellos aspectos para los que ha sido diseñado. Es práctico, es cómodo y gasta poco.
Su precio, 17.900 euros el Comfort y 19.400 euros el Elegance de las fotos, es un poco elevado si sólo tenemos en cuenta su tamaño, pero como se trata del único híbrido de su segmento, el que merezca la pena o no el desembolso dependerá del valor que cada uno le dé a su conciencia…