Los mejores motores del mundo 2010: Volkswagen 1.4 TSI

Durking (Reino Unido).-La tecnología de la inyección directa combinada con la sobrealimentación está obrando el milagro de transformar los otrora modestos motores de pequeña cilindrada en cualquier cosa que un constructor quiera.

En el caso del Grupo VW, una lectura a las fichas técnicas de hace dos décadas desvelaría que los bloques de 4 cilindros y 1.390 cc ya rondaban por los catálogos de sus diferentes marcas.

Lo que ocurre que de 60 o 75 CV, ahora hemos pasado a potencias que superan sin ningún problema el centenar y medio de caballos, gracias entre otras cosas al nuevo bloque de fundición gris.

Lo curioso es que, en realidad, eso ya era posible hace 20 años. Lo que no resultaba tan sencillo era conseguir una progresividad encomiable y, aún menos, que los consumos se mantuvieran en los niveles que uno espera de un motor pequeño, que en el fondo esto es lo que es el magnífico 1.4 TSI.

Para lograrlo, no bastaba con colar un turbo en el colector de escape, como hacen el resto de constructores. Volkswagen, muy en su línea de tratar de ir un paso por delante de la mayoría, retomó una idea ya vista en el Delta S4, la bestia parda del Grupo B con la que Lancia participaba en el mundial de rallies.

Convenientemente modernizado, el concepto aplicado en el pequeño propulsor alemán consiste en aplicar un compresor Roots, movido por el propio cigüeñal mediante una correa, y montar en serie un turbo.

De esta manera, con el primero se consigue mejorar sensiblemente la respuesta desde prácticamente el ralentí, mientras que queda para el turbo la responsabilidad de despertar la sonrisa de quien presiona a fondo el pedal del acelerador.

La inyección directa se convierte en la más fiel aliada del reducido desplazamiento de sus pistones para mantener los consumos a raya. Ya conocida en los anteriores motores FSI, atmosféricos, este sistema de alimentación se optimizó para ser utilizado en los TSI.