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Una de las categorías en la que el jurado suele repetir concepto es la del Motor de Altas Prestaciones.
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A pesar de que el turbo se ha impuesto ya como la solución ideal para conseguir una buena relación entre consumos y prestaciones, un año tras otro el premio al motor que “más corre” se distingue por tres características: construcción V8, alta cilindrada y admisión atmosférica.
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Prácticamente desaparecidos del mapa el V8 del BMW M3 y el 6.2 que Mercedes-Benz montaba en casi todos sus AMG, la mecánica de inyección directa de gasolina del Ferrari 458 Italia y de su variante abierta, el Spider, es una de las pocos que se mantienen fieles a tal filosofía, en la que la querencia por las altas revoluciones se lleva al extremo de sacar nada menos que 570 CV de potencia a 9.000 rpm y el par motor, de 540 Nm, llega cuando la mayoría del resto han tirado la toalla, a 6.000 rpm.
Estos valores han sido también definitivos para considerarlo el Mejor Motor de más de 4,0 litros.
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