Prueba realizada por Gabriel Esono
Coqueto, simpático, divertido… estos y otros muchos adjetivos que se han utilizado para describir al Mini corresponden, sobre todo, a la versión descapotable.
Quizá su pequeño tamaño no le dé para presidir una comitiva de jefes de estado, pero seguro que más de un acaudalado banquero se pasea con uno de éstos utilitarios de capricho, con una gorra y las gafas de Sonny Crockett puestas, mientras va de camino al puerto, para dar de comer a su caimán.
Así pues, el Mini se ha ganado el derecho a ir de divo por la vida, aunque no mida apenas más de 3 metros. La exclusividad con que BMW ha vestido a esta marca, tan lejana a sus populares orígenes, ha tenido como consecuencia el nacimiento de un segmento al que, con cierto retraso, se han ido uniendo otros constructores.
El sorprendente Citroën DS3 y el aún reciente Audi A1 se interponen en el camino del pequeño británico aunque, por esas cosas de haber llegado el primero, el Mini cuenta con la ventaja de una oferta particularmente extensa. Además del presente descubierto y del tres puertas original, se han ido añadiendo el pseudofamiliar Clubman y el nuevo Countryman. Y parece que aún faltan más variantes por llegar. Otra ventaja: nadie más ha hecho un descapotable premium de tan reducido tamaño. Todavía.
Respecto a las versiones del Mini que hemos probado en ocasiones anteriores, este Mini Cabrio cuenta con dos particularidades que lo hacen más deseable de lo habitual: la primera, que forma parte de la nueva remesa de modelos, con la última evolución del motor 1.6 turbo con inyección directa, desarrollado por BMW junto con el Grupo PSA Peugeot Citroën. La segunda, es que está pintado con los colores John Cooper Works, toda una declaración de intenciones que, sin embargo, no contaba en nuestra unidad de pruebas con la especial preparación mecánica que se espera de tal denominación.
La fama que BMW se ha ganado desarrollando motores es bien merecida. Sean grandes propulsores V12 o pequeños tetracilíndricos como este 1.6, lo que el fabricante bávaro es capaz de hacer cuando se mete aire y gasolina en una cámara de combustión lo sitúa, por norma, por encima de la media.
El 1.6 turbo del Mini, desarrollado conjuntamente con el Gupo PSA Peugeot Citroën, fue renovado a principios de este mismo año para adaptarse a la normativa antipolución EU5. Partiendo del mismo bloque de 1.598 cc, BMW ha sumado a la inyección directa y al turbocompresor twin-scroll el sistema Valvetronic de alzado y tiempo de apertura variable de las válvulas. Como resultado, 9 CV extra que se suman a los 175 CV del anterior y un par motor de 240 Nm a 1.600 rpm (puede subir hasta los 260 Nm gracias a la función overboost).
Esto le sirve para declarar una aceleración 0-100 km/h en 7,0 segundos si pilotamos el cambio manual de serie, que se convierten 7,2 segundos si se elige la excesivamente eficaz caja automática Aisin-Warner que hemos probado nosotros. A ver cómo traduzco todo esto a sensaciones.
El Mini Cooper S, sea cabrio o no, es uno de esos coches a los que se les puede aplicar sin temor a equivocarse la expresión «pequeño pero matón». La respuesta del motor es tan inmediata y tan contundente que parece que su único propósito sea poner en aprietos al eje delantero. Si no has leído en diagonal y has reparado en que nuestro descapotable de ensueño montaba transmisión automática, quizá tengas la tentación de creer que exagero y que, con esa caja, una parte importante de ese nervio queda filtrada. Pues no.
En los comunicados de prensa, la gente de Mini explica que lo que se ha buscado con el cambio automático del Mini Cooper S es favorecer la eficiencia. Para conseguirlo, por mucha optimización electrónica que se intente, el único camino seguro que se me ocurre es reduciendo a la mínima expresión el resbalamiento del convertidor de par. Y eso tenía que tener algún efecto secundario. Lo llamaremos el «síndrome de las reacciones inmediatas».
Si te gusta llevar un palillo en la boca como un tío duro de las películas de los ’70, olvídate de acelerar a fondo con este coche. Su respuesta desde parado es instantánea a la más leve insinuación que le hagas al acelerador y, la verdad, si no logra los registros que promete la marca, tampoco te quedarás con ganas de mejorarlos. Pero esto es todavía más chocante cuando vas tranquilamente por la ciudad y quieres pasar al típico ciclomotor que se te ha plantado delante en el último semáforo. Pisas un poco y, de repente, tienes a 10 centímetros al nene que ha salido antes de que los peatones se pusieran a salvo, y en tu retrovisor, una vista lejana del resto del tráfico.
En carretera, esto viene a significar que en el rango de velocidades entre los 10 y los 180 km/h, tienes la sensación de contar con margen de sobra para intentar adelantamientos imposibles. Sensación corroborada en diversas ocasiones durante la prueba, debo decir.
Claro que tratándose de un Mini Cooper S es de lo que se trata. Todo en este coche es tan rápido y tan directo, que te obliga a ser muy serio conduciéndolo. Las reducciones son inmediatas y exigen a tratar con un mimo exquisito al acelerador, si no quieres que tus cervicales (si vas en recta) o tus muñecas (si vas en curva) acaben resintiéndose.
Puede que a algunos no les importe lo más mínimo, pero esto es una prueba y hay que destacar los aspectos más sorprendentes: el consumo de este coche es excepcional, en términos absolutos; y de récord si tenemos en cuenta su potencia y prestaciones.
Oficialmente, el 1.6 turbo con la transmisión automática gasta en condiciones ideales 6,6 l/100 km (apenas 0,6 l/100 km más que el manual). A nosotros, en el recorrido de casi 1.000 km que le llegamos a hacer, nos llegó a unos 8,3 l/100 km, por debajo de coches mucho menos potentes como el Renault Clio 1.2 TCe o de algún que otro diésel, como el del Opel Astra 2.0 CDTi de 160 CV, que también montaba cambio automático…
Desde siempre, una de las características del comportamiento dinámico del Mini han sido sus modales de kart. Tras su penúltima renovación, se intentó suavizar su talante casi radical con unas suspensiones más comprometidas con la salud de las vertebras. Pues ni por esas. Por mucho que digan que la amortiguación es más blanda que antaño, el Mini sigue siguiendo al milímetro las indicaciones dadas, correctas o no, de modo que deja en tus manos el mérito de acertar con la trazada.
La configuración del bastidor del Mini Cooper S, como la del resto de la familia Mini, es de primera división. Delante, un eficiente y popular McPherson; detrás, un elaborado eje multibrazo en forma de Z. Nadie ha hecho algo así en menos de 3,7 metros de coche matriculable.
Pese a todo esto, tal y como decía en el apartado Motor, tanto potencial del propulsor del Mini Cooper S y tanta inmediatez en las reacciones de su caja de cambios tenían que cobrarse un peaje. A pesar de que la rapidez de movimientos es considerada una virtud en cualquier coche que se las dé de deportivo, en el caso de este cabrio, en algunas ocasiones se nota que el eje delantero tiene un exceso de trabajo que hay que aprender a dosificar si no queremos sentir las protestas en el volante.
La potente progresividad del motor 1.6 se torna casi violencia si no se trata el acelerador con mimo. Así, lo que por fuera parece un coche coqueto y deseable, cuando estás en faena puede mostrarte dos roles bien diferenciados: si eres un buen jefe, de los que se ganan el respeto demostrando que saben lo que se traen entre manos, te tratará con devoción y acatará tus órdenes con excitante diligencia.
Pero, ay de ti si percibe dudas, indecisiones o, por qué no decirlo, impericia. Entonces el Mini se convertirá en tu amo y señor, y su directísima y muy precisa dirección hará que te sientas un mero esclavo de su, en apariencia, azarosa voluntad.
Como tampoco se trata de emular la Mini Challenge, las ayudas electrónicas suponen un respaldo muy apreciado en este coche. Si no tienes grandes ambiciones, quizá te baste con el control de tracción ASC+T y con el control dinámico de estabilidad DSC. En cambio, si no te importa despilfarrar adrenalina, entonces quizá mejor solicitar el control dinámico de tracción DTC y el diferencial autoblocante electrónico.
No es un Torsen, pero garantiza una mayor eficacia en curva para un coche en el que sí merece la pena desearla. Y como la ofrecen a precio de ganga (169,07 €, para un coche con sello BMW, parece un error tipográfico en la lista de precios), no es como para desaprovecharla.
A estas alturas de la película, decir que un Mini Cabrio es sólo apto para solteros, solteras o parejas sin preocupaciones de espacio es tan obvio que no sé si merece la pena escribirlo. Basta con echar un ojo a las fotos para ver que, si bien en las plazas delanteras el ambiente es íntimo pero deja cierto margen para respetar el espacio personal de cada uno, en las traseras sólo los niños en fase de crecimiento se lo pasarán de rechupete al sentir el aire masajeándoles la cara.
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El sonido de su motor es otra de las características del Cooper S, sea John Cooper Works o no. Han conseguido darle un tono grave que, al arrancar, da la sensación de que estés llevando un motor muy gordo. Luego, al acelerar, esta impresión se amplifica, en gran medida porque está acompañada del empuje del que he hablado en los apartados anteriores. Ahora bien, quien asegure que le encanta oír ese sonido constantemente, o es un fanático, o miente cual bellaco.
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Los dos párrafos anteriores hablan de un coche muy individualista, pensado casi en exclusiva para el que lo compra y, sobre todo, para quien sabe que lo que está comprando va bastante más allá de una estética «retro-fashion», o como se la quiera denominar.
Se trata de un coche en el que todos los detalles tienen como objetivo proporcionar un placer de conducción que puede esperarse de un coche rudo, porque en el fondo los modales del Mini Cooper S son así, casi salvajes.
Lo que ocurre es que cuando está quieto y con el motor parado, al meterte dentro lo que destaca es la calidad de los acabados, el cuidado diseño del salpicadero y el excelente puesto de conducción. BMW, en su día, no quiso hacer un tracción delantera, por eso se inventó este Mini. Y eso se nota.
La conclusión a la que se llega después de probar el Mini Cooper S Cabrio es que se trata de un automóvil excelente, siempre que lo que te guste sea sentir hasta el más mínimo detalle de la carretera y del coche cuando conduces.
Un pensamiento diferente me ronda cuando, al escribir estas líneas, tengo delante la lista de precios y equipamientos.
Para empezar, el precio de partida del coche son nada menos que 29.700 €.
Si nos basamos en las opciones que equipaba nuestra unidad de pruebas, habría que sumar el precio del cambio automático (1.588,53 €) y el del Paquete Chili, que por 2.102,70 € incluye el paquete de compartimentos, las alfombrillas de velours, los faros de xenón o el peculiar y de dudosa utilidad Contador Always Open, que marca el tiempo que llevas rodando con la capota abierta, así como suspensión deportiva, llantas Black Star Bullet de 17″ y faros de xenón.
Ya puestos, el Paquete Habanero tampoco está de más, ya que por 309,45 € te marca el capó con las dos llamativa bandas negras (o blancas, si así lo prefieres) y, de paso, incorpora el botón Sport, el deseable Dynamic Traction Control (DTC), además de otros detalles estéticos.
Si le sumas el Paquete Aerodinámico (entre 969,63 € y 1.588,53 €, dependiendo de otros equipos elegidos), más el Bluetooth con USB (desde 433,23 €), el navegador (desde 2.063,02 €) o la alarma (330,09 €), entonces el sistme hi-fi de harman-kardon (763,32 €) te parecerá un regalo.
Y entonces, si sumas simplemente con los dedos, te da como resultado una cantidad mareante para un coche de 3,7 metros en el que, a pesar de todas sus virtudes, resulta bastante difícil justificar su precio basándose en criterios objetivos.
Pero es que este descapotable no es un coche, es un Mini, hecho por BMW. Si estas dos palabras son suficiente reclamo para ti, ¿para qué necesitas justificarte?
Resulta un poco contradictorio intentar describir las sensaciones que se viven dentro de un descapotable. Hecho para ser disfrutado a cielo abierto, viajar en un Mini con la capota cerrada debería estar prohibido por ley, salvo imperativo meteorológico.
Con la carrocería amarilla y maquillado con los colores de guerra de John Cooper Works, el Mini Cabrio Cooper S se convierte en un cebo para las miradas de transeúntes y compañeros de calzada.
En cualquier caso, ser compañeros no impide que el cruce de miradas sea desequilibrado. Tu expresión, por muy bien que sepas fingir modestia y humildad, chocará de frente con la de los demás, sobre todo los que se hayan gastado el mismo dinero en un coche más grande, que se preguntarán, muy probablemente, por qué no se habrían atrevido también a ser ellos mismos.