Prueba realizada por Gabriel Esono
Cualquier aficionado al motor que haya estado siguiendo las últimas noticias y novedades, por ejemplo las de los salones de Frankfurt o Ginebra, tendrá clara una cosa: la eficiencia es la prioridad número uno para todos los fabricantes.
Todos, desde el generalista más prolífico hasta la marca de lujo más sibarita, señalan con letras mayúsculas, en negrita y subrayadas, que sus modelos de hoy consumen y contaminan menos que los de ayer. Literalmente.
Esta tendencia es de alabar, aunque también es cierto que muchas de las marcas se limitan a cumplir con las cada vez más estrictas normas antipolución. Para lograrlo, las técnicas son de lo más variado, pero entre ellas hay una que se está revelando como premisa básica para lograr una reducción significativa de los consumos. Lo llaman downsizing. Más tarde volveré sobre ello.
El tema hoy es este Opel Insignia, el buque ídem de la marca alemana perteneciente a General Motors. Tiras y aflojas entre altos directivos y gobernantes aparte, lo cierto es que afortunadamente a los que están verdaderamente implicados en el desarrollo del producto no se les ha olvidado esto de hacer coches. Las berlinas de 4 y 5 puertas están muy bien resueltas a nivel estético, y el Sports Tourer, la carrocería familiar, sigue la misma tónica.
La planta entre dinámica y señorial, entre coupé grande y coche de representación contenido, se convierte en el break en una silueta que entra por los ojos y resulta incluso fotogénica. Sí, el Insignia es uno de esos coches bonitos y su buena presencia ha hecho olvidar muy rápidamente al convencional Vectra.
El estilo del Opel Insignia no tiene, pues, nada que envidiar a ninguno de los muchos rivales que se encuentra en su segmento. Que si el Volkswagen Passat Variant y el Ford Mondeo Sportbreak (pronto con nuevos motores) por aquí, que si el Peugeot 508 SW, Citroën C5 Tourer o Renault Laguna Grand Tour por allá.
No se deben olvidar ejemplares como el pseudopremium SEAT Exeo ST o el Alfa Romeo 159 Sportwagon, ni tampoco a los cada vez menos exóticos modelos japoneses, como el Honda Accord Tourer, Toyota Avensis Cross Sport y el Mazda6 Wagon.
Ya ves, grandes coches con grandes carrocerías, como la del Insignia Sports Tourer. Sin embargo, Opel se ha atrevido a llevar más lejos que nadie la estrategia del downsizing en este segmento, y ha elegido un propulsor de gasolina de 1.598 cc, para colocarlo justo en el punto medio de su oferta, con nada menos que 180 CV.
Es justo preguntarse si el pequeño tetracilíndrico dará la talla y será capaz de cumplir las expectativas que genera su cifra de potencia.
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La capacidad de Opel de desarrollar buenos motores de gasolina viene de lejos. Parece como si tuvieran una especie de varita mágica que les permite lograr unos rendimientos sobresalientes.
Este propulsor comulga con esta generalización, que cualquiera que haya conducido alguno de aquellos increíbles Kadett GSI o Astra de primera generación sabrá que no es gratuita. Pero no se trata de vivir de la historia, sino que es más bien cuestión de recordar lo bestial que resulta el 1.6 Turbo Ecotec montado sobre el Corsa OPC de 192 CV.
Las sensaciones de aceleración que transmite ese coche permitían intuir lo que la versión civilizada del pequeño propulsor instalada en el Opel Insignia podría dar de sí. Los 180 CV que ofrece este propulsor sobrealimentado en el coche de mayor empaque del catálogo de la firma alemana tienen, además, el mérito añadido de que salen de 4 pequeños cilindros que, precisamente por su reducida condición, permiten subir y bajar a los pistones con facilidad, con la ayuda inestimable, eso sí, del turbocompresor.
Efectivamente, la respuesta al acelerador puede llegar a ser muy brillante. La aceleración desde parado es incluso algo excesiva, como si se tratara de una mecánica nerviosa, debido seguramente a unas primeras relaciones muy cortas.
Luego, de tercera para arriba, las prestaciones se normalizan para convertirse en simplemente brillantes. Desde luego, si la varita ha tocado en algún sitio, ha sido en el turbo, principal responsable de que la respuesta empiece a ser satisfactoria desde bastante antes de medio régimen y no pide un cambio de marcha hasta bien pasadas las 5.000 rpm.
El tacto del cambio, sin embargo, es mejorable. Demasiado duro y no todo lo preciso que su motor exige, salva con un aprobado una nota media más que notable de todo el conjunto mecánico. Y digo notable porque los consumos, sin ser de mechero, están más cerca de un 1.6 que de un motor de 180 CV, al menos si circulamos a velocidades legales.
Una de las ventajas cuando le pones a un coche un nombre con un significado concreto, como es el caso del Opel Insignia, es que con solo nombrarlo el público se hace una idea de lo que el coche es. Que luego la imagen creada coincida con la real, es otro cantar.
El Insignia sí es coherente con los valores que pueden asociarse a su nombre. Es un coche que viste lo suficiente como para ser un vehículo de representación, aunque desde luego no se puede decir que sea un coche ostentoso.
Cuando digo que es coherente, me refiero a que el talante del Insignia Sports Tourer, como ya pudimos comprobar con las berlinas equipadas con el motor 2.8 V6 y con el 2.0 CDTi, es esencialmente aposentado, ideal para trazados abiertos.
En esta ocasión, la suspensión que montaba la unidad de pruebas era la de serie, en lugar del eficaz sistema FlexRide, que gestiona tanto la amortiguación como la dirección y la sensibilidad del acelerador. Poco importa, porque el compromiso buscado ha sido, una vez más, orientado hacia el confort de marcha, de modo que cualquier atisbo de alegría es rápidamente corregida por el control de estabilidad ESP.
La ventaja de la configuración break de su carrocería es un tanto relativa, al menos si la comparamos con la igualmente versátil versión de 5 puertas.
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La capacidad del maletero en el Sports Tourer es de 540 litros, 10 litros más que aquélla y 40 litros más que el sedán de 4 puertas.
Con los asientos plegados, el familiar de Opel alcanza unos más que razonables 1.530 litros de volumen.
El acabado Cosmo, el más lujoso, asegura unos niveles de equipamiento de primer nivel, tanto de serie como opcional, como son los asientos delanteros eléctricos con tapiería de piel, portón trasero de apertura eléctrica, climatizador bizona, el sensor de lluvia, el de luz y retrovisor interior electrocromático, entre otros.
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Entre tanto alarde, resulta difícil encontrar pegas en un habitáculo amplio, con asientos acogedores y que invitan a realizar largos trayectos sentados en ellos.
La insonorización, sin embargo, podría ser algo mejor, a no ser que nos guste sentir las revoluciones del 1.6 Turbo zumbando en nuestros oídos.
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Muchas de las cualidades de las carrocerías berlina del Opel Insignia se mantienen en el Sports Tourer, cuya silueta familiar puede resultar incluso más atractiva que las otras dos, ya de por sí muy bien logradas.
El motor 1.6 Turbo de 180 CV da la talla y permite unos ritmos de marcha muy elevados, al mismo nivel que sus equivalentes de gasolina en otros modelos, que cuentan con un desplazamiento mayor. Quizá, por hilar muy fino, en situaciones de plena carga subiendo un puerto de montaña podríamos tener que recurrir más de lo habitual al cambio.
El precio de 29.260 € de esta versión concreta lo sitúa a medio camino entre el caro Volkswagen Passat Variant y el SEAT Exeo a igualdad de equipamiento y similar potencia. Por ese precio, se tiene un coche con gran capacidad de carga y rodar suave, a la par que suficientemente poderoso.
Cuando cruzas los pirineos y comienzas a recorrer autopistas de Francia, Italia o Alemania, una de las cosas que podrían llamarte la atención es que, como norma general, muchos de los coches que se ven son los mismos que conocemos aquí. Berlinas medias, compactos, utilitarios, SUV… Incluso los coches de lujo y los espectaculares deportivos son automóviles con los que te puedes cruzar en la Península con cierta frecuencia, si sabes dónde buscarlos.
Lo que ya no es tan común es la distribución de carrocerías, ya que el formato break tiene una difusión extraordinaria en países tan dispares como Alemania e Italia, tanto, que su aceptación no puede limitarse a que los usuarios piensan mucho en la familia. De ser así, la moda de los monovolúmenes hace tiempo que se habría convertido en una dictadura.
Aquí, sin embargo, la penetración de los breaks, familiares, station wagon, SW, tourers o como se les quiera llamar, sigue un poco por detrás de la de las berlinas equivalentes y de los monocuerpos.
Aún así, cada vez son más los que saben apreciar las ventajas de una carrocería con cualidades dinámicas prácticamente idénticas a las de los sedanes de los que derivan, así como una versatilidad cercana a la de los modelos de carrocería alta.