Prueba Mini Countryman Cooper: entre mil aguas
Opiniones y prueba por Gaby Esono
El Mini Countryman Cooper es, en primer lugar, un Mini de los de ahora. Es decir, se trata de un vehículo aspiracional, con una relación precio/tamaño poco favorable en comparación con el resto de los modelos crossover del segmento B, salvo el Audi Q2, su rival natural por el posicionamiento premium de ambas marcas. Esto lo hace especial, y ese toque especial de Mini que le desmarca del resto vale lo que uno esté dispuesto a pagar por dicha diferenciación.
En segundo lugar, es un Countryman. Eso significa que, como viene ocurriendo entre los SUV de última generación, se trata más de un familiar que de un coche campero. Para la mayoría de usuarios, su misión principal no será tanto la de sumergirse en caminos intrincados (de ahí que la tracción total sea, en este caso, una opción alternativa a la tracción delantera de serie) como la de ofrecer una habitabilidad y modularidad dignas de un buen monovolumen.
Y en tercer lugar, es un Cooper. Traducido a la nomenclatura de Mini, es el escalón intermedio y, en principio, más razonable, previo a las altas prestaciones de un Cooper S o de un John Cooper Works.
Así pues, el Mini Countryman Cooper es un coche pasional porque es un Mini, porque es un crossover y porque tiene detalles de coche de campanillas. Y, sin embargo, es posiblemente el coche más racional de la gama del fabricante de Oxford, porque su oferta de equipamiento se adecúa a cualquier necesidad, porque sus proporciones son ideales para usarlo como un muy polivalente coche familiar –sobre todo para la ciudad, aunque también por carretera-, y porque viendo como se están poniendo últimamente con los diésel, la eficiencia y el rendimiento de su motor TwinPower Turbo de gasolina debería ser suficiente para la mayoría.
Desglosemos a continuación cuanto tienen de ciertas estas teorías que me acabo de inventar.
Como miembro de la familia del Grupo BMW, el Mini Countryman Cooper se beneficia de la tecnología desarrollada para su amplia oferta de vehículos. En este caso, lo que tenemos entre manos es el motor TwinPower Turbo de gasolina que ya conocía de la prueba del Mini Cooper 5 puertas.
Se trata de un bloque tricilíndrico de 1.499 cc equipado con un aluvión de tecnología: inyección directa de gasolina, control de la admisión Valvetronic, distribución variable Doble Vanos y turbo Twin Scroll.
Con ello le da para entregar 136 CV de potencia entre 4.400 y 6.000 rpm, y un par motor de hasta 220 Nm disponibles entre las 1.400 y las 4.300 rpm.
En el caso de la unidad de pruebas, estaba asociado al duro y preciso cambio manual de 6 velocidades de serie (el cambio automático Aisin de 6 relaciones cuesta 2.000 €). Como curiosidad, en esta generación los cambios manuales de Mini cuentan con una programación que acelera ligeramente el motor cuando se va a realizar una reducción, que a efectos prácticos es como si realizáramos el punta-talón, una maniobra que suaviza la transición a una marcha inferior y evita movimientos parásitos provocados por la transmisión.
Montado en la carrocería Hachtback de 5 puertas, este propulsor me había encantado. Su buena respuesta desde regímenes moderados me sedujo desde el principio, hasta el punto de hacer que me preguntara hasta qué punto merecen la pena los 192 CV del Cooper S.
En el Mini Countryman Cooper, en cambio, me ha parecido más propio de un escalón de acceso a la gama. El incremento de peso (1.365 kg en vacío, 220 kg más que el 5 puertas) y el peor rendimiento aerodinámico (coeficiente Cx por superficie frontal de 0,77, en lugar de 0,62) son demasiado lastre y condicionan notablemente el talante del coche.
Independientemente del modo de conducción seleccionado (el selector Mini Driving Modes permite elegir entre Green, Normal y Sport), si quieres llevar un ritmo vivo –o quieres realizar un adelantamiento- es necesario recurrir casi siempre a la palanca de cambios para afrontar esos momentos con cierta soltura. Y si lo que necesitas es mantener cruceros altos en vías rápidas, la sensación de estar pisando el acelerador más de lo deseado es una constante a medida que pasan los kilómetros, más si cabe cuando te vas encontrando los repechos que yo me encontré de camino a Teruel para cubrir la Baja Aragón 2017.
Ante esta situación, temía que los consumos se dispararan bastante respecto a los 5,5 l/100 km que Mini homologa para este Countryman Cooper, pero al devolverlo me llevé una grata sorpresa: el consumo medio, tras más de 1.800 km en los que hubo de todo, se quedó en unos razonables 7,7 l/100 km. Curiosamente, es exactamente el mismo promedio que arrojó el Mini Countryman Cooper D de la anterior generación que probé hace ahora 5 años en similares circunstancias. Puede que en aquella edición de la Baja me diera algo más de prisa que este año en llegar a los sitios de interés, pero al final con lo que me quedo es que esta generación del “Country” Cooper consigue consumos de diésel.
Su comportamiento, en cualquier caso, es estupendo en cualquier circunstancia. Lo digo porque en carretera el bastidor dio muestras de ir sobrado para este propulsor. Y en los caminos donde lo metí para poder acceder a ciertos tramos de la Baja para hacer fotos a los Mikko Hirvonen, Nasser Al-Attiyah, Nani Roma y compañía, me sorprendió ver que su altura libre al suelo, sin ser la de un 4×4 extremo (de hecho, insisto en que esta versión era tracción delantera), sí me permitió seguir la estela de algún Mitsubishi Montero…
La razón de ser del Mini Countryman Cooper, lo explicaba en la Intro, es la de ser un coche más bien familiar. Para familias activas si se quiere, o para quienes tienen tabla de surf o mountain bike, y prefieren llevarlas abrigadas en el interior.
Sea como fuere, en esta segunda generación se ha apostado por potenciar este aspecto, de ahí que la longitud se haya aumentado en 20 cm (ahora 4.299 mm en total), la batalla en 7,5 cm (2.670 mm) y la anchura en unos 3 cm (1.822 mm). Esto se traduce en una habitabilidad mejorada, especialmente en las plazas posteriores, que cuentan con un mayor espacio para las piernas.
Esta vez, el desplazamiento longitudinal de los asientos traseros (13 cm que servían para incrementar el volumen del maletero) no condena tanto como antes sus posibilidades de uso, y los 450 litros del maletero (ampliables hasta los 1.390 litros) son una base de partida bastante razonable para 5 ocupantes. El doble fondo, la distribución 40:20:40 de los respaldos o la posibilidad de reclinarlos en varias posiciones también juegan claramente a su favor.
El salpicadero mantiene la estética propia de Mini, pero se ha mejorado notablemente su ergonomía, en línea con la actual generación de la familia.
El que el velocímetro se encuentre tras el volante, y no en el salpicadero, es un gran punto ganado. La ubicación de los mandos, con los de los elevalunas ahora en la puerta, así como el detalle racing del interruptor de arranque simulando el de desconexión del encendido de emergencia, son guiños que le dan un toque especial que no se encuentra en ninguna otra parte.
Los asientos delanteros, deportivos en esta versión con el paquete de equipamiento John Cooper Works Chili, sujetan razonablemente bien para tratarse de una versión sin pretensiones prestacionales.
La rumorosidad, una de las asignaturas pendientes del anterior Mini Countryman, ha quedado bastante mitigada, aunque está por inventar un motor de tres cilindros que suene refinado.
Si piensas en el Mini Countryman como en un coche familiar, vas por el buen camino. Tanto si tienes que instalar sillitas (de muy fácil montaje, por cierto) como si piensas en hijos adolescentes, su habitabilidad es más que suficiente para desenvolverte con este coche a diario. Aunque ha crecido, sus dimensiones le mantienen en unos márgenes razonables para moverse por la ciudad.
Los niños en sillita tienen fácil acceso a los mandos de los elevalunas y al tirador de la puerta de manera que es importante activar los seguros infantiles.
Las puertas traseras, por otra parte, tienen un perfil en punta que cuando las abres queda a la altura de la cabeza de los niños de 2-3 años. La moldura de plástico que recubre todo el paso de rueda reduce el peligro, aunque conviene estar atentos.
El precio de partida del Mini Countryman Cooper es de 28.250 €, a los que en el caso de la unidad probada hay que añadir los 6.000 € del completísimo paquete John Cooper Works Chili.
Este paquete incluye la regulación en altura del asiento del acompañante, las llantas de aleación de 18 pulgadas, el reposabrazos delantero (que a poco que uno quiere usar el cambio de marchas tiene que levantar para poder conducir cómodamente), el climatizador, el acceso confort, el paquete iluminación, el Mini Excitement Pack (combinación de luces en el exterior e interior), el revestimiento del techo en antracita, el atractivo kit aerodinámico John Cooper Works, el spoiler trasero en el techo, faros delanteros y faros antinieblas LED, los Mini Driving Modes, el volante multifunción con la personalización John Cooper Works, el control de crucero con función de freno o el Performance Control (ajuste específico, más dinámico, del control de estabilidad ESP).
Las posibilidades de personalización llegan luego mucho más allá, con detalles como las franjas en el capó (125 €), el techo de color blanco o negro, la tapicería de cuero (entre 800 y 1.200 €), el control de crucero activo (420 €) o el Driving Assistant (600 €), que da acceso a una central de asistencia en caso de sufrir una emergencia.
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