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Prueba realizada por
Gabriel Esono
La historia de Peugeot en el segmento de los compactos tal como los entendemos hoy en día se remonta no a la carrocería de dos volúmenes y medio del 309, sino a su predecesor natural, el Talbot Horizon.
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En cualquier caso, fue el Peugeot 309 el primer ‘4 metros’ de verdad con un león en la parrilla, y con él llegó también una sucesión de versiones deportivas que, a partir de un bloque de cuatro cilindros y 1.905 cc, eran capaces de alcanzar los 160 CV cuando encima se les ponía una culata de 16 válvulas.
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Después, con la llegada de los ecológicos catalizadores, Peugeot desarrolló una nueva generación de propulsores de 2 litros y cotas cuadradas. Igual que el 1.9, estaba disponible en versiones de 8 válvulas, que montó en el tremendamente divertido 306 XSi, mientras que la variante con doble árbol de levas y el sistema de admisión variable ACAV (posteriormente desechada) estaba destinada al S16 («S » de soupapes, válvulas en francés). Aunque era ciertamente prestacional, los 155 CV teóricos nunca llegaron a transmitir la sensación de poderío que sí se le recuerda al brillante 2.0 contemporáneo de Opel, de ahí que se agradeciera enormemente la llegada, ya al final de la vida del 306, de la versión GTi, con 167 CV y cambio de 6 marchas.
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Esto sucedió hace más de una década ya, y puede que algunos de los que hayan empezado a leer esta prueba se pregunten a cuento de qué viene este recordatorio. Un momento, que ya llega.
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El antecesor del Peugeot 308 supuso un cambio radical en la forma como la marca francesa comenzó a concebir su gama media-baja. En una época en la que los monovolúmenes florecían como setas, Peugeot se resistió a esa moda y ofreció, en su lugar, una berlina con una amplísima superficie acristada, techo alto y gran habitabilidad. Algo parecido a lo que Volkswagen hace ahora con el Golf Plus, pero menos exagerado y más barato.
Con el 307, que así se llamaba el compacto con el que empezó el siglo la marca del león, se pudieron ver versiones potentes que llegaban hasta los 180 CV, pero pasaron bastante desapercibidas para el gran público, entre otras cosas porque apenas se distinguían del resto de la gama. En cualquier caso, la comercialización de este coche coincidió con una época en la que la demanda de este tipo de coche, compacto y dinámico, había dejado paso hacia modelos más racionales.
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Por la línea claramente continuista del 308 respecto al 307, se podría decir que a Peugeot no le fue nada mal la idea de la generación anterior. De hecho, parten de la misma plataforma y las proporciones son muy similares, con una cintura baja en relación a la altura de la carrocería. Dado, pues, que el carácter familiar se mantiene intacto, no es de extrañar que la variante más potente del compacto galo sea ésta que hoy traemos aquí, toda vez que ha desaparecido del catálogo el 1.6 THP de 175 CV.
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Teniendo en cuenta que en este segmento las ventas declinan mayoritariamente hacia el lado diésel, la opción de gasolina que ofrece el 1.6 THP de 150 CV debería cubrir las necesidades de la mayoría de los que no están dispuestos a renunciar al silencio de marcha y ausencia de vibraciones propio de estas mecánicas. Además, nunca hay que despreciar la posibilidad de alargar los cambios hasta las 6.000 rpm.
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Ahora bien, estos 150 CV están metidos en una carrocería que nada tiene que ver con la de sus antecesores ochenteros, por lo que no cabe esperar de ellos las mismas sensaciones, ¿o sí? Luego lo veremos.
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Lo que no ha cambiado apenas en estos veinte o treinta años son los rivales a los que este Peugeot tiene que medirse: a uno, el Citroën C4, lo tiene en casa, mientras que en la puerta de enfrente tiene al Renault Mégane, cuya carrocería tres puertas sí que ha vuelto por los derroteros de la deportividad. En Alemania nos encontramos con un Opel Astra que también quiere ser más juvenil, igual que el futuro Ford Focus, mientras que el sempiterno referente de la categoría, el Vokswagen Golf, hace del equilibrio su perenne virtud.
El calor italiano del Fiat Bravo se encuentra de cara con el dinamismo del SEAT León, mientras que frente a todos éstos se encuentra la armada japonesa, encabezada por el original y enorme Mazda3, al que acompañan el Toyota Auris y el espacial Honda Civic. Sí, también desde corean empujan fuerte y ya no desentonan con sus Kia Cee’d o Hyundai i30.
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Cualquier fabricante de coches populares que se precie necesita en la actualidad (o en un futuro inmediato) combinar tres factores en su gama de motores: cilindrada contenida, sobrealimentación e inyección directa.
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La razón de ello se esconde bajo el pesado manto de la cada vez más exigente normativa antipolución. Nada que objetar al respecto, ya que gracias a ello nos encontramos tecnologías cada vez más avanzadas en modelos que tanto tú como yo podríamos comprarnos.
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El motor 1.6 THP es uno de los que viene con todo el paquete. El Grupo PSA Peugeot-Citroën buscó un aliado para desarrollar un propulsor muy eficiente y que sirviera para sus modelos de mayor tirada, y no tuvo mejor idea que unirse a uno de los mejores en este sentido, como es BMW. Los alemanes pusieron el cerebro y los franceses el resto, y el resultado es una mecánica muy gratificante sea cual sea la carrocería que la lleve, desde un coqueto descapotable como el Mini
Cabrio Cooper S hasta un generoso monovolumen como el Citroën
C4 Picasso.
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Entre ambos extremos se encuentra el Peugeot 308, un punto medio que le sienta de maravilla a este alabado motor. Con él, el compacto galo puede presumir de unas prestaciones muy brillantes, gracias entre otras cosas a su amplio rango de utilización. La contenida cilindrada no es en este caso un obstáculo para mantener un ritmo muy elevado en la mayoría de circunstancias.
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Para ello cuenta con la ayuda del cambio manual de 6 relaciones, de tacto más blando que firme pero suficientemente preciso si no buscamos arañarle al cronómetro los tiempos que antaño lograba un tal Grönholm (y no, no me refiero al del famoso método).
Lo mejor de todo es que tanto si tienes el día alegre como si vas contando las nubes al pasar, el consumo no resulta nunca disparatado. En los momentos en los que intenté tratarlo mal, no llegó a los 10 litros por cada 100 km pero, practicando la conducción que le habría gustado a mi profesor de autoescuela, ya jubilado el buen hombre, se quedó normalmente en los 8,5 l/100 km.
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Si el motor es todo un compendio de buenas sensaciones, para tratarse de un coche de carácter más bien familiar, otro tanto puede decirse de su pisada sobre el asfalto. Esto cobra mayor relevancia si tenemos en cuenta que las versiones que habíamos probado hasta ahora del Peugeot 308, la
berlina y el
SW con el prolífico motor 1.6 HDi de 110 CV, eran sobre todo y ante todo, unas benditas almas de la caridad.
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El mimo con el que los diésel tratan a sus ocupantes no desaparece por completo en el gasolina, pero el brío del 1.6 THP ha sido tratado de otra manera a la hora de configurar el bastidor. La carrocería va ahora mejor sujeta e invita más que los otros a buscar hasta donde te llevan las inercias, que no es muy lejos a tenor de lo sensible que resulta el efectivo control de estabilidad.
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Sin perder de vista que se trata de un coche pensado para viajar tranquilo y normalmente acompañado, el buen comportamiento de los amortiguadores compensa las grandes medidas de los neumáticos. Con 225/45 R 17, jugar a ser deportivo no es tan fácil como parece, y requiere de una suspensión muy bien calibrada. La dirección, por su parte, tiene la dureza y rapidez justas, aunque he echado de menos un volante que fuera algo menos grande.
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Las reacciones son siempre predecibles y entran dentro de lo que se puede esperar de un tipiquísimo tracción delantera. Tendencia, muy al límite, a asomarse al otro lado exterior de la curva a ver qué hay y, si eres muy vivo y reaccionas antes de que lo haga el omnipresente ESP, notarás que la zaga es de las que no te dan ningún susto. Vamos, que con este motor el 308 también es un bendito.
Por eso no eché de menos un equipo de frenos más potente. Uno siempre querría más, pero es que el coche no incita a hacer tramos prolongados a tumba abierta, con lo que en este sentido va más que servido.
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Para los que recuerden el interior de un Peugeot 309 y hayan llegado a montar en alguno de los que se fabricaron en Villaverde, subirse en un 308 no les parecerá otro mundo, sino más bien otra galaxia.
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Lógicamente, la diferencia con respecto al 307 no es tan abismal, pero sí ha situado al compacto de Peugeot en una situación por encima de la media de su segmento. Una de las ventajas de aprovechar una buena plataforma como la del 307 es que puedes concentrarte en mejorar otros aspectos del coche y, en este sentido, el habitáculo ha salido claramente beneficiado.
Ya no es una cuestión de si a uno le gusta más o menos el diseño del salpicadero, que desde luego se nota más trabajado que antaño, sino que los ajustes y calidad de materiales en este 308 han dado un salto de calidad muy significativo respecto a las generaciones anteriores de Peugeot.
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La postura de conducción parece concebida para recorrer largos trayectos con comodidad. Los asientos delanteros, de mullido cómodo y buena sujeción lateral, están situados muy altos, lo cual proporciona una gran visibilidad, mientras que el volante, de gran diámetro, nos da la sensación de estar conduciendo una gran berlina, más que un compacto con ciertas prestaciones.
El espacio interior es amplio, con suficiente espacio en las plazas traseras y, por si ello fuera poco, la sensación es incluso mayor gracias a la luminosidad que proporciona el techo panorámico, de serie en las versiones Premium.
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El Peugeot 308 con el motor 1.6 THP 150 con carrocería de 5 puertas sólo está disponible con el acabado Premium, el más equipado, y cuesta 18.510 €.
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En este precio se incluyen elementos como el regulador/limitador de velocidad, sensor de aparcamiento trasero, climatizador bizona, sensor de luz y de lluvia o el manos libres bluetooth. La seguridad se puede mejorar con los airbags laterales traseros (200 €) o con los faros bixenón direccionales (900 €). La tapicería de cuero (1.500 €) o el asiento del conductor eléctrico completan un panorama que completa un escenario en el que, como he comentado en algún apartado anterior, la percepción de calidad es muy positiva.
¿Que si merece la pena este coche? Pues la verdad es que sí, si lo que buscas es un coche de medidas que hoy se consideran contenidas, que ofrezca prestaciones suficientes y que en el difícil balance entre comportamiento y confort, gane el segundo por los puntos. Si encima te dejas seducir por un interior cuidado con cierto esmero, cualquiera de los rivales a los que hacía referencia en la Introducción necesitará muy buenos argumentos para llevarse el gato al agua.
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Cada vez que sientas frente al volante de un coche que no conoces, es como si partieras de una hoja en blanco. No importa que hayas probado uno, dos o diez versiones de un mismo modelo, porque al final del test, todos ellos demuestran tener personalidad propia, interpretado lógicamente en clave automovilística.
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Esto es lo que ha pasado con el Peugeot 308, que con un motor pequeñito pero resultón como el 1.6 THP me ha sorprendido gratamente.
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Acostumbrado al andar pausado y los dulces modales de sus hermanos HDi, me ha gustado sentir que con él te puedes atrever a hacer locuritas de tanto en tanto, sin perder por ello su fondo irrenunciable de coche familiar «ideal parejas con proyecto».
Por eso, cuando me vuelva a sentar en un coche, trataré de olvidar lo que creía que sabía de él e intentaré que mi experiencia sea más un buscador de nuevas sensaciones que un hervidero de ideas precondebidas.