Prueba realizada por Gaby Esono
Peugeot es hasta el momento el fabricante, al menos dentro de los considerados generalistas, que más ha apostado por las carrocerías de tipo descapotable con techo rígido retráctil.
Si nos remitimos a la época moderna, Mercedes-Benz fue la primera marca que desarrolló este concepto con el elitista roadster SLK.
El mérito de Peugeot, sin embargo, radica en que fue la marca que popularizó las siglas CC, coupé-cabrio, con el exitoso 206 y posteriormente las extendió a su compacto, el 307, un modelo que incluso trató de promocionar haciéndolo competir como WRC en el Campeonato del Mundo de Rallies.
La experiencia adquirida en estos dos modelos ha permitido a la firma del león volver a presentar versiones homónimas en sus siguientes generaciones, el 207 CC y el coche que nos tiene ocupados en esta ocasión, el 308 CC.
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Esto significa, entre otras cosas, que el coupé-cabrio francés ha cobrado ventaja frente a la legión de rivales que surgieron a continuación de su predecesor. Aunque algunos de ellos ya están a punto de desaparecer, como el Renault Mégane o el Opel Astra, otros siguen plenamente vigentes como el Ford Focus y el Volkswagen Eos, que parte de la plataforma del Golf.
Desde que fueron presentadas hace ya más de una década, las siglas HDi en el mundo de los motores diésel han venido significando algo muy parecido a suavidad de funcionamiento, ausencia de vibraciones y rumorosidad contenida.
Instalado en el 308 CC, el 2.0 HDi de 140 CV vuelve a dar muestra de estas cualidades en una época ésta en la que ya no se hace extraño oír el traqueteo inherente a este tipo de mecánicas saliendo del vano motor de una carrocería convertible. Precisamente, si ya nadie se escandaliza es gracias a la evolución de este tipo de propulsores que, common-rail mediante, han logrado convertir a unos cuantos (no todos) puristas amantes de la gasolina.
Una de las virtudes más destacadas de este motor es precisamente uno de los rasgos que algunos echarán de menos. Su finura de funcionamiento le hace pasar desapercibido cuando llevamos el ritmo que sugieren las formas de su carrocería, pensada para lucir palmito por Saint Tropez sin miedo a desentonar.
Se puede elevar el ritmo por encima de la media habitual entre el tráfico mundano y sigues sin echar en falta nada especial, dado que es capaz de arrastrar con suficiente solvencia los casi 1.600 kg de peso que marca la ficha técnica. Entre refuerzos del chasis, el techo plegable y toda la parafernalia electromecánica que lo acciona, hasta sorprende que no se haya acercado más a las dos toneladas.
Conviene matizar, sin embargo, que solvencia no significa prestación pura, una estación en la que no está ni se le espera. En lugar de ello, ofrece una comodidad de uso notable en un rango de revoluciones relativamente amplio para ser un turbodiésel, entre las 2.000 y las 4.000 rpm.
El consumo se mantiene también en unos valores que, sin ser excepcionales, son razonables y no difieren demasiado de los declarados por la marca. Los 5,9 l/100 km homologados se convirtieron en poco más de 7 l/100 km en un ciclo más realista.
Hace algún tiempo, los bastidores de Peugeot se habían ganado una justa fama de estabilidad y agilidad que, en muchos casos, se habían convertido en referencia en sus segmentos respectivos.
En la actualidad da la sensación de que con cada nuevo coche que lanza al mercado se ha ido cambiando esta filosofía y, si bien la estabilidad de sus modelos sigue siendo muy alta, el talante cada vez más enfocado a la familia de gran parte de su gama se reflejado en un comportamiento dinámico más pausado y enfocado al confort.
Esta forma pisar el asfalto es muy evidente en el 308 berlina y en el 308 SW, que destacaban por la comodidad de sus suspensiones. En el descapotable, en cambio, se ha optado por una configuración más firme, que tiene como consecuencia un paso por curva más asentado que en los otros modelos.
También es cierto que este propulsor es más claramente más prestacional que el 1.6 HDi y, por tanto necesita de un tren de rodaje más rígido que es, a la vez, más adecuado para ser combinado los enormes neumáticos de serie en esta versión: 225/40 en llanta de 18 pulgadas.
El resultado es un comportamiento más ágil y que invita más que sus hermanos a buscar tramos revirados, donde sus frenos además son capaces de aguantar bastante bien el trato duro.
Uno de los aspectos de los que presumió en su día Peugeot es el de haber creado el primer coupé-cabrio de cuatro plazas reales con el 307 CC, un rasgo posible gracias a la mayor distancia entre ejes disponible respecto al pequeño 206,
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Esta ventaja de la habitabilidad finalizó con la llegada del resto de compactos con techo duro, de modo que se hizo necesario presentar en el 308 CC algún argumento nuevo que le hiciera destacar entre la competencia.
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El primer punto fue mejorar sustancialmente la calidad de materiales y ajustes respecto a la anterior generación, que en este descapotable recibe el plus de unos acabados de lujo raros de ver en este segmento.
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Tener el salpicadero tapizado totalmente en piel (950 €), los asientos eléctricos y calefactados, así como el sistema Airwave proporcionan a sus ocupantes la sensación de estar montados en un coche de muy alto standing.
La postura de conducción, más baja y estirada de lo que recordaba en el 5 puertas, permite al parabrisas proteger muy bien del viento cuando vamos descapotados, y si sólo se ocupan las plazas delanteras, se puede montar el efectivo paravientos trasero para rodar a velocidades de autopista sin sufrir excesivamente las turbulencias.
Peugeot con el 308 CC ha sabido combinar líneas elegantes y acabados de lujo, especialmente en esta versión más equipada, con un motor voluntarioso y suave que difícilmente pondrá en apuros un bastidor bastante efectivo.
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Ahora bien, esta versión que hemos probado es la más equipada de todas, y han establecido un precio de 33.060 € con el parece que han querido mantener un halo de exclusividad que hará que muchos se lo piensen dos veces antes de dar el paso. Y si se quiere optar por la variante con cambio automático, más lógica si se tiene en cuenta la filosofía de este cabrio, hay que pagar un exceso de 2.050 € extras.
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En cualquier caso, el equipamiento de serie es de lo más completo que se puede encontrar
en un automóvil del segmento C, con elementos como el climatizador automático bizona, regulador/limitador de velocidad, sensor de luz y de lluvia, retrovisor interior electrocromo, además de los asientos de cuero.
Entre las opciones, se pueden solicitar los faros de xenón direccionales (900 €), la pintura metalizada (380 €), detector de obstáculos delantero (200 €), navegador con Bluetooth (2.200 €) o el equipo de 7 altavoces Hi-Fi de JBL (500 €). En total, el montante puede superar los 40.000 €.
Y entonces, los 24.310 € del 308 CC 1.6 VTi 120 casi parecen baratos.
Formas de entender el automovilismo hay tantas como conductores y apasionados del motor existen. A unos les gusta la velocidad pura y dura, a otros el poder de aceleración, que no es lo mismo. Otros, en cambio, prefieren un gran rodador en el que pasen los kilómetros como si nada y, por el contrario, los hay que quieren saborear cada kilómetro como si fuera el último.
Podría decirse que el Peugeot 308 CC podría servir para muchos de éstos. El ambiente interior es exquisito, el motor te permite ir ligero y el comportamiento es, con un poco de buena voluntad, hasta divertido. Pero lo que lo coloca en otra dimensión es el techo, que ahora está, ahora no está, con un simple «click» en un botón.
La sensación de circular con la melena al viento a voluntad es algo que no se paga con dinero, y eso las marcas lo saben, no sólo Peugeot. Y por eso se lo cobran. Vaya si se lo cobran. Pero si puedes permitírtelo, es algo a lo que no merece la pena renunciar, sobre todo desde que se ha recuperado el concepto de descapotable con el techo metálico, gracias al cual se tienen tantas las ventajas de dos tipos de carrocería distintos, que resulta normal disculpar sus inconvenientes.