La rivalidad entre Porsche y Ferrari trasciende mucho más allá de la mera producción de los vehículos más apasionantes y acaso más deseados por la gran mayoría de los aficionados al mundo del motor.
Son dos formas radicalmente opuestas de entender cómo debe ser un coche deportivo pero, como ocurre tantas veces, no se puede concebir el uno sin el otro.
En la firma alemana lo saben y, a pesar de que en los últimos tiempos la mayoría de las decisiones que han tomado no han disimulado en absoluto la búsqueda prioritaria de la rentabilidad -en algunos barrios resulta más fácil cruzarte con un Porsche Cayenne que con un Fiat 500-, no cabe duda de que la estela dejada por los modelos con el cavallino rampante en el capó les resulta, cuanto menos, molesta.
Esto es algo que uno puede sospechar que ocurría en los pasillos de su sede central en Stuttgart, pero tras la confesión hecha el lunes por Matthias Müller, recogida por Automotive News citando fuentes de Reuters, parece que estamos ante el desentierro del hacha de guerra.
“Siempre me ha irritado que el 911 más caro llega hasta los 250.000 euros, y el 918 empieza en los 750.000 euros”, resumió el mandamás alemán al diario Süddeutsche Zeitung, para a continuación mentar sin tapujos a su enemigo, al reconocer que “Ferrari pulula en la zona intermedia con relativa comodidad y sin ninguna competencia”. Seguramente estas palabras habrán hecho poca gracia en el seno de Lamborghini, otro de los pocos longevos especialistas en esto de producir súperdeportivos.
“Ahí es donde tenemos que estar”, sentenciaba Müller, que rememoraba uno de los modelos míticos de la marca para asegurar que “todavía hay espacio para un deportivo más grande, uno como el 959 que construimos en los años ’80″, antítesis de lo que representaba en aquella época uno de los Ferrari más reconocidos, el F40.
El nuevo modelo costaría, pues, entre 250.000 y 400.000 euros, lo cual lo situaría incluso por debajo de lo que pedían por el Porsche Carrera GT. A partir de aquí, las especulaciones sin duda se sucederán una tras otra, sobre todo teniendo en cuenta que el modelo con el se fueron a ganar el París-Dakar de 1986 partía del 911, a cuya versión civil se le había añadido una sofisticada tracción integral con control electrónico y un doble turbo secuencial, además de los evidentes retoques de carrocería, aerodinámica y bastidor. ¿Harían lo mismo en pleno siglo XXI?
Antes, en cualquier caso, hay que ver cómo siguen los planes anunciados para los próximos 7 años, según los cuales quieren alcanzar una producción de más de 200.000 unidades en 2018, tras las 97.000 fabricadas el año pasado.
La idea es ampliar a siete modelos su gama, compuesta actualmente por la familia Boxster/Cayman, el 911, el Cayenne y el Panamera. En los próximos meses está prevista la llegada del Cajun, un SUV de menor tamaño, así como un roadster de motor central inspirado en el 550 Spyder y una variante acortada del Panamera, que vendría a ser el heredero del peculiar y añorado Porsche 928.
El Porsche con el que sueña Müller, por consiguiente, se convertiría en el octavo miembro de la familia.