Prueba realizada por Gaby Esono
Audi fue la primera marca premium que se atrevió en serio a bajar un escalón su oferta, ofreciendo por primera vez un automóvil de lujo en el segmento de los compactos. La firma de Ingolstadt supo darle un olor y sabor propios a un coche que compartía gran parte de componentes con modelos mucho más populares, como el Volkswagen Golf, el SEAT León o incluso el Skoda Octavia.
No fue hasta que la segunda generación estuvo bien asentada, sin embargo, que decidieron que una variante cabrio también tenía buenas posibilidades. De hecho, mientras el A3 y el A3 Sportback tuvieron un buen recorrido, el A3 Cabrio llegó prácticamente con el restyling de este modelo, realizado en 2007, cuando la gama ya tenía una buena parte de su recorrido comercial hecho, y unos meses después de que hiciera su aparición su hasta ahora único rival directo: el BMW Serie 1 Cabrio.
Este desplazamiento temporal es uno de los motivos que permiten mantener al Audi A3 Cabrio en el catálogo de la marca, compartiendo cartel con la tercera generación del A3, en un momento en el que la marca parece estar más centrada en el desarrollo de una familia de compactos con un carácter más práctico.
Por eso, sin perder posiciones respecto al convertible más pequeño de BMW, ahora acaba de presentar la tercera carrocería del A3, que por primera vez contará con una variante berlina de 4 puertas y tres volúmenes para ese nuevo segmento “inventado” por Mercedes-Benz y su CLA.
En el caso de los cabrios, curiosamente tanto Audi como BMW prescindieron de la moda extendida hace 10 años del techo metálico retráctil. En contraste con los Peugeot 308 CC, Renault Mégane, Volkswagen EOS, Ford Focus (ya fuera de servicio) u Opel Astra (reemplazado por el Opel Cabrio, que tiene más altas miras), el A3 (como el Serie 1) confían en el toque clásico que sólo la capota de lona puede ofrecer, pero los motivos van más allá del glamour que cada uno le quiera atribuir: el conjunto de techo de lona y el mecanismo para accionarlo es muchísimo más liviano y ocupa mucho menos espacio. Ello permite diseñar un coche lógicamente más ligero y de líneas más armoniosas. Y, de hecho, el Audi A3 Cabrio puede presumir de una silueta que gana más enteros que la de su paisano bávaro.
Las siglas TFSI (equivalentes a las TSI de los Volkswagen, SEAT y Skoda de turno) se han ganado a pulso un respeto en el mundo del automóvil. Los casos más notorios entre el gran público (y también, pero no solo, entre el jurado de los Engine of the Year Awards) son los asociados a los bloques 2.0 y 1.4, ambos de cuatro cilindros en línea.
La alternativa intermedia, representada por el 1.8 TFSI, ha pasado siempre algo más desapercibida, aunque siempre que hemos tenido contacto con este motor nos ha agradado su equilibrio bastante satisfactorio. Sin ir más lejos, en el primer Audi que pasó por nuestras manos, un A4 berlina con cambio manual y tracción delantera.
El A3 Cabrio estrenó en su día una evolución de este bloque, derivada del 2.0 TFSI y dotada, como sus hermanos, de inyección directa y sobrealimentación, confiada en este caso a un turbocompresor. Cuenta asimismo con la ayuda de distribución variable en el lado de las válvulas de admisión, aunque más que ganar potencia lo que se trató fue redondear así su respuesta en un rango de revoluciones más amplio. Desde luego, 160 CV ya no impresionan a nadie, pero tampoco es nada común que estén disponibles desde las 4.500 rpm hasta las 6.200 rpm. Lo mismo que el par motor, que ya desde las 1.500 rpm ofrece 250 Nm y empuja con la misma contundencia hasta las 4.500 rpm.
Con estos datos sobre la mesa, lo que sería de esperar es que las prestaciones del A3 Cabrio 1.8 TFSI no quedaran demasiado lejos de las variantes más potentes que ofrece el propulsor pequeño (aunque el nervio de un Volkswagen Polo GTI o el de un Audi A1 1.4 TFSI sea difícil de igualar), mientras su cilindrada debería proporcionar unas sensaciones más parecidas a las de las versiones menos radicales del bloque gordo (eso es lo que es un dos litros hoy en día), como las que probamos en el SEAT Exeo o el SEAT León FR.
Pues he de decir que en este descapotable conviene leer la letra pequeña antes de hacerse ilusiones. Porque si bien su motor es todo un alarde de elasticidad, de los que apetece estar todo día subiendo de vueltas, con 1.500 kg de peso que tiene que arrastrar, 1.525 kg con el cambio S tronic, los 160 CV dan para darse una alegría ocasionalmente, o para contar con un as en la manga si un adelantamiento se vuelve más apurado de lo previsto, pero no para considerarlo como un coche deportivo.
Por otra parte, durante nuestra prueba consumió 10,6 l/100 km de gasolina, una media que se sitúa en un punto medio (tirando hacia arriba) de lo que nos hemos encontrado en modelos equipados con los 2.0 y los 1.4.
Sin que se pueda decir que sea un estudio homologable, después de llevar más de 200 pruebas escritas nos da para tener claro que no hay demasiada sorpresa. Hay que tener en cuenta, además, que el equilibrio que mostró el 1.8 TFSI en el Audi A4 se debía también a que tenía que cargar con 1.400 kg, y cien kilos son demasiados para impedir que las pretensiones al volante bajen un peldaño y los consumos se quedaran más o menos como estaban. Tal vez si pesara 200 kg menos…
Por suerte, Audi cuenta en su oferta con el fantástico cambio secuencial S tronic (el mismo que el DSG de Volkswagen), con sus 7 velocidades y el doble embrague bañado en aceite, que se encarga como casi siempre de disimular las carencias que pueda tener el motor al que vaya asociado, gracias a unas transiciones rapidísimas tanto al subir como al bajar marchas. Cualquier día de estos lo hacen obligatorio.
El esquema básico del bastidor del Audi A3 Cabrio deriva del conocido en sus hermanos de carrocería cerrada, que recurre a un clásico McPherson delantero anclado a brazos transversales triangulares en la parte inferior unidos a su vez a un subchasis de aluminio atornillado a la carrocería. El eje trasero es un multibrazo igualmente unido a un subchasis.
Esta configuración siempre se ha mostrado muy brillante en los coches del Grupo Volkswagen con esta plataforma (compactos con motor delantero transversal) que hemos probado, que son unos cuantos. En el Audi A3 Cabrio, el temperamento viene a ser el mismo, pero con el hándicap de extra de kilos que ha sido necesario añadir para compensar la ausencia de techo.
Así, los 1.525 kg de peso se hacen notar a la hora de abordar las curvas, en las que el subviraje hace acto de presencia antes de lo que lo hacía en el A3 TDI 140 o en el A3 Sportback TDI 170 que probamos. Y ello a pesar de que, como sus hermanos, este A3 Cabrio TFSI 160 contaba con acabado Ambition (más deportivo que el Attraction) y estaba complementado con el paquete de equipamiento S line (1.815 euros), que entre otras cosas rebaja la altura de la carrocería 15 mm, más unos neumáticos de medidas 225/40 R 18, también opcionales.
Desde luego, el coche queda mucho más vistoso, sobre todo gracias a esas preciosas llantas desmontables multirradio (595 euros si se ha pedido el S line; 1.615 euros para los demás). En la práctica lo que se consigue es una amortiguación más dura, pero el comportamiento no consigue llegar al nivel del de sus hermanos.
Aunque mantiene la misma nobleza de reacciones, que permite corregir muy fácilmente los excesos en curva, no es tan ágil y, de hecho, al límite se percibe una cierta flexión en la carrocería que lo hace menos preciso, a pesar de que la dirección transmite muy bien lo que pasa en el asfalto.
Las posibilidades de personalización y la calidad de materiales a la vista es donde una marca premium de verdad marca distancias respecto a las que quieren serlo. Si a ello sumamos que esta unidad de pruebas era lo que se suele llamar un “full equip”, no me ha quedado ninguna duda de que el A3 Cabrio merece lucir los cuatro aros en su parrilla.
La expresión “viene con todo” se traduce en el catálogo de la firma de Ingolstadt por “Audi exclusive”, una especie de anexo en el que resulta difícil no encontrar una combinación de tapicerías y adornos que se ajusten al gusto de cada uno.
Mira el volante y el pomo y la funda de la palanca de cambios tapizados en cuero rojo (990 euros). No es casual que estén a juego con la piel de los asientos deportivos, los apoyacabezas, el apoyabrazos delantero, el borde de las alfombrillas y, para que no se diga, el Alcantara de los paneles de las puertas (todo, por 3.815 euros si se parte del acabado Ambition; 4.990 euros en el Attraction). Y no es la opción más exclusiva.
Y para terminar, que no se me olviden los arcos de seguridad tras los apoyacabezas traseros, en los que el rojo se combina con el aluminio, ni la capota de lona, que como puedes ver entre los cuatro colores a escoger se encuentra el rojo.
¿Alguna de estas caprichosas opciones aumenta su limitada habitabilidad trasera? Más bien no. ¿El maletero se hace más grande y suficiente para un viaje largo para cuatro personas? Pues va a ser que tampoco. Pero es que estamos hablando de un coche cuya misión principal es, más que en la mayoría, satisfacer a quien lo va a conducir, que será quien más valorará la calidad de unos acabados que respiran clase alta por cualquiera de sus pespuntes.
El Audi A3 Cabrio 1.8 TFSI S tronic con el acabado Ambition cuesta, de base, 38.550 euros. Con los accesorios mencionados, más algún otro que también montaba la preciosa unidad de las fotos (como el Paquete exterior S line, 1.475 euros, o el navegador con pantalla a color, 2.900 euros), el montante supera sin problemas a los 50.000 euros, que no son ninguna broma, y menos por un coche de poco más de 4 metros.
Por otra parte, teniendo en cuenta que pocos automóviles de ese tamaño te ofrecen ese halo de exclusividad y, por qué no decirlo, clase, hay que reconocer que en este sentido Audi se puede permitir el lujo, nunca mejor dicho, de pedir por su pequeño descapotable lo que le apetezca.