Prueba realizada por Gaby Esono
Citroën es una de las marcas que cuentan con mayor arraigo en nuestro mercado. A pesar de que siempre ha tratado de caracterizarse por un aporte tecnológico por encima de la media en algunos de sus productos, a la hora de la verdad a menudo han sido sus modelos más populares los que han calado realmente entre el gran público.
Por ese motivo, cuando llegó el momento de inmiscuirse en serio en el segmento C (ya sabes, el del Volkswagen Golf, Opel Astra, SEAT León…), parece que no les resultó demasiado complicado hacer del Xsara un automóvil con muy buena aceptación en el mercado, fenómeno que también vivió la peculiar primera generación del C4 (sus formas coupé y ese volante con zona central fija dieron que hablar en su día).
Para esta segunda edición del Citroën C4, sin embargo, parece que se ha querido volver a la senda más trillada, la de ofrecer un coche que desagrade lo menos posible, dogma de fe si se quiere permanecer con cierta dignidad entre la jauría de modelos compactos que pueblan el mercado.
Así pues, el Citroën C4 visto por fuera se presenta como un coche de línea moderna pero convencional, de modo que hay que buscar en su interior para encontrar el diamante en bruto que esconde.
El motor 1.6 THP que PSA Peugeot-Citroën desarrolló conjuntamente con BMW no tiene demasiados secretos para nosotros. La combinación de la sobrealimentación con un turbo twin-scroll, la gestión continuamente variable del alzado y tiempo de apertura de las válvulas de admisión (alias Valvetronic, para los que estén familiarizados con la nomenclatura de la firma alemana) y la inyección directa de gasolina, es responsable de un rendimiento excelente que le hace ser uno de los asiduos distinguidos en los Engine of the Year Awards como Mejor Motor del Mundo entre 1,4 y 1,6 litros.
Suena importante, y de hecho, algo sí que lo debe ser, porque es uno de los propulsores que hemos probado en más ocasiones. Por un lado, es el que equipaban unas cuantas de las diversas variantes del Mini Cooper S que han pasado por nuestras manos, ya fuera con carrocería Clubman, Cabrio o el Cabrio con decoración John Cooper Works.
El carácter del modelo británico desarrollado por BMW, no obstante, nada tiene que ver con el de los modelos del Grupo PSA Peugeot-Citroën que más se ven por las carreteras. Con 155 CV, este pequeño propulsor es capaz de sorprender al más pintado incluso en coches como el Citroën C4 Picasso o el Peugeot 508 SW, en los que el talante familiar de sus carrocerías no está reñido con una cierta alegría.
Al montarse bajo una carrocería compacta como la del Citroën C4, esperaba que esta sofisticada mecánica subiera un punto la chispa que anunciaba en los citados familiares, pero la diferencia no ha sido tan notable cabría pensar. Si hay que buscar culpables, habría que mirar a la diminuta palanca del cambio manual pilotado (CMP).
Se trata de una transmisión que realiza los cambios automáticamente gracias a un mecanismo automatizado, al estilo de los apreciados DSG pero, al contar con un único embrague y unas leyes de cambio de lo más conservadoras, condicionan mucho la conducción, hasta el punto de que el motor parece que ofrece menos de lo que en realidad tiene.
Por eso, aunque el 1.6 THP tiene un carácter brioso por definición, parece que Citroën ha preferido dejar las prestaciones “serias” para el DS4, ya que el C4 no se ofrece con cambio manual, de manera que si se quiere algo más de prestación, es mejor mirar hacia el 2.0 HDi de 150 CV.
En Citroën sienten debilidad por los bastidores cómodos como el de este C4, que presume de unas leyes de amortiguación bien suaves. En el compromiso buscado entre la efectividad pura y dura y la tranquilidad al volante, el C4 1.6 THP 155 opta por dejar las florituras para otro momento (y otro coche: el DS4).
Digamos que es un coche en el que si se siguen los patrones marcados por su combinación motor-transmisión, todo transcurre dentro del orden lógico de las cosas. Suficientemente preciso al girar, suficientemente seguro en la entrada de las curvas, suficientemente aplomado durante las mismas y suficientemente resolutivo a las salidas.
Salirse de esa suficiencia no es difícil, porque los límites no se han trazado muy altos, en pro una vez más de la comodidad de conducción. En consecuencia, cuando se quiere circular claramente por encima de la media, entonces la electrónica hace inmediato acto de presencia, poniendo freno a los excesos para los que no está pensado.
A pesar de que el estilo de la actual generación de modelos de Citroën es en general bastante conservador (basta echar un vistazo a la silueta del Citroën C5 para entender de qué hablo), no está exento de una cierta modernidad que, en el caso del C4, también se transmite en el interior.
El diseño del habitáculo es sobrio en apariencia, debido en parte a los trazos del salpicadero, y en parte a la acertada combinación de materiales, que dan una grata sensación de calidad.
Ésta, sin embargo, se ve empañada por ciertos detalles mejorables que encontramos en la unidad probada, como un tornillo completamente oxidado en la puerta trasera izquierda, o la junta desajustada en la derecha.
Sentado al volante, prácticamente todo está en su sitio, aunque preferiría tener más a la vista las teclas de asistencia a la conducción (desconexión parcial del ESP, alerta de cambio de carril, ayuda al aparcamiento).
Tampoco veo claro que sitúen detrás del volante los botones para cambiar la iluminación del cuadro de instrumentos, porque normalmente cuando los necesitas estás en movimiento. Pero claro, ¿dónde los pondrías si, junto a ellos, también está la tecla para cambiar el color?
Sin duda, se trata de un gadget promovido (o más bien impuesto) por el departamento de márketing de Citroën, donde habrán pensado que, con tanta igualdad existente entre los vehículos de hoy en día, es mejor contar con detalles que puedan ayudar a definir una venta (no estorba, y seguro que más de uno habrá presumido con los amigos de algo que nadie más tiene).
Volviendo a cosas serias, la vida a bordo del compacto francés es de las más agradables de su categoría, ya que las suaves suspensiones filtran tan bien las irregularidades que la amplitud interior se disfruta más, por no hablar de la capacidad de su maletero, de 408 litros.
La evolución experimentada por los motores de gasolina en los últimos tiempos, mucho más eficientes que antaño, así como la paridad del precio del combustible con el gasóleo, obliga a tener mucho más claro que antes la conveniencia de optar por uno u otro tipo de propulsor.
Los 21.810 euros que cuesta el Citroën C4 1.6 THP 155 CMP6 Exclusive (la única versión disponible con este cambio y motor) están 140 euros por debajo del C4 e-HDi de 115 CV con la misma transmisión y acabado, y 540 euros más barato que 2.0 HDi de 150 CV y cambio manual, el auténtico tope de la gama.
Cuestiones kilométricas al margen (con tan poca diferencia de precio entre ellos, los diésel se amortizarían con relativa facilidad), la gran ventaja del THP sobre los HDi la encontramos en el refinamiento de marcha. Aunque los diésel HDi del Grupo PSA Peugeot-Citroën están bien trabajados en este sentido, el aislamiento de la sonoridad y vibraciones es sin duda superior en el 1.6 turbo de gasolina que, además, suena muy bien cuando se pisa a fondo. Si un día te apetece hacerlo.