Prueba realizada por Gaby Esono
El pasado Salón de París 2012 tuve la ocasión de charlar un rato Merche Palomino, la jefa de prensa de Kia. Hablamos poco de lo divino y de lo humano, porque rodeados de coches, periodistas y azafatas no era el momento, pero sí de cómo una empresa como la suya se está tomando muy en serio dejar de ser lo que la gente aún piensa que es: una marca simplemente barata.
Me reconoció que su objetivo es situarse entre las 10 primeras marcas que la gente piensa cuando se plantea la compra de un coche nuevo, pero que es un poco desesperante ver cómo, en las encuestas que manejan, la imagen general que Kia tiene entre el público mejora cada año, pero muy lentamente.
No hace falta irse muy lejos para convencerse de ello. Basta con echar un ojo a los comentarios de alguna de esas páginas web que tienen tantas visitas para comprobar que la marca “Corea” (como la marca “España”, no nos engañemos) aún tiene camino por recorrer. Y la propia historia de Kia en nuestro mercado ayuda poco, porque entre los que tenemos un poco de memoria aún nos vienen a la cabeza modelos verdaderamente low cost como el Kia Shuma e, incluso, la primera generación del propio Sportage que vimos por aquí. Pero eso era antes. Mucho antes.
En la última década, mientras una marca como Dacia consolidaba su posición dentro del grupo Renault como constructora de coches baratos, en Kia (del mismo modo que en Hyundai, su marca hermana) han apostado por desarrollar modelos con un mayor valor añadido. Yo les he creído después de haber probado el Kia cee’d, pero puedo entender que quien no haya tenido esa oportunidad (o no la haya querido tener) siga convencido de que su producto esta por debajo de los clásicos modelos europeos, como el Volkswagen Tiguan, el Renault Koleos, el Ford Kuga o el Opel Antara. Aunque, si lo pienso un poco más, ninguno de ellos te da por la cara una garantía de 7 años. Ni siquiera Hyundai en el ix35, que “sólo” ofrece cinco.
Cuando Kia lanzó la tercera generación del Sportage, poco antes del verano de 2010, anunció que en los meses siguientes contaría con una versión diésel de acceso a la gama. Este motor 1.7 CRDi, que sólo se ofrece con tracción delantera, se plantea entonces como la alternativa económica para aquellos que tienen claro que el campo es para que pasten las vacas, no para meterse en berenjenales, literalmente.
Frente al estándar acuñado por grupos como PSA Peugeot-Citroën o los de Volkswagen, cuentan con sus bloques 1.6 HDi y 1.6 TDi respectivamente, Kia ha optado por desarrollar un motor con poco más de cilindrada, 1.685 cc, que le viene de perlas para arrastrar con suficiencia un conjunto que, oficialmente, alcanza los 1.940 kg de masa. Por eso, a pesar de contar con un turbocompresor de geometría variable (VGT), los 260 Nm de par, que aparecen a 1.800 rpm y lo dan todo hasta las 2.500 rpm, se antojan un poco justos a poco que tengamos ciertas pretensiones.
A bajo régimen obliga a jugar con el embrague más de lo esperado, mientras que apurar hasta llegar a las 4.000 rpm para disponer de los 115 CV que anuncia hace que te plantees si merece la pena insistir, cuando la gracia que tiene este motor es que consume poco.
Tan poco, que los 6,5 l/100 km que nos gastó durante el tiempo que lo tuvimos (la cifra homologada son 5,3 l/100 km) es el mejor resultado entre los coches similares que hemos probado.
A ello contribuye sin duda una caja de cambios manual de 6 velocidades, de tacto suave y cuyo escalonamiento está claramente enfocado a buscar la eficiencia. El resultado es bueno a medias, porque implica que la sexta es verdaderamente útil sólo en terreno favorable (autopistas, llanuras…), donde no haya una gran exigencia para el motor.
Tanto Kia como Hyundai tienen una forma peculiar de equilibrar sus bastidores. En el Sportage he tenido una sensación parecida a la que noté tanto en el Hyundai Veloster como en el Kia cee’d, en la que la absorción de las irregularidades es excelente en recta, pero que la actitud en curva es exponencialmente mejor cuanto más liso es el asfalto y menos brusca la conducción.
En el caso de este SUV, la comodidad ha primado sobre otras consideraciones, algo lógico teniendo en cuenta las pretensiones de su propulsor y que se pone de manifiesto en los primeros metros de cualquier carretera revirada.
Por otra parte, aunque su dirección, de asistencia eléctrica, tiene un tacto agradablemente suave cuando estamos aparcando, a la hora de conducir en carretera no transmite demasiado lo que está pasando en el suelo.
Aunque dotado con tracción delantera el Kia Sportage es un poco menos todocamino de lo que parece, la marca ha optado por instalar en el salpicadero un botoncito para conectar el control de descensos. Aunque en un coche de estas características no deja de ser un gadget más que otra cosa, si lo tienes, no es cuestión de hacerle ascos. Al fin y al cabo, es un componente de seguridad más.
El secreto del éxito de la mayoría de los segmentos camperos es que sus miembros ofrecen una estética más atractiva para vehículos que, en esencia, son familiares.
Por ese motivo, es norma obligada que ofrezcan una habitabilidad similar a los monovolúmenes, y el Kia Sportage cubre este expediente con buena nota. Sus 4.440 mm de longitud han permitido a sus diseñadores dibujar una cabina con espacio suficiente para sus cinco ocupantes (tal vez un poco justo el espacio para las piernas de los traseros, si los asientos delanteros están muy desplazados hacia atrás) pero, sobre todo, una caverna de 564 litros en forma de maletero (1.353 litros con los asientos posteriores abatidos).
Detalles prácticos aparte, el ambiente interior en el Kia Sportage está lejos de la idea preconcebida que se pudiera tener de esta marca. La calidad de acabados, tanto de ajustes como de materiales, sin ser de las mejores en el segmento, raya a un nivel muy aceptable y, sobre todo, da la sensación de que todo está en su sitio y que ha sido diseñado con esmero.
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Lo decía en la entrada de esta prueba y lo repito ahora: para la mayoría de la gente, la compra de un SUV tiene más que ver con el hecho de que les gusta su estética que con una necesidad real de conducir un coche alto con el que no se pueden hacer las cosas que sugiere su silueta.
Si se tiene esto claro, pero no se quiere tener mala conciencia, el Kia Sportage puede contentar tu lado pragmático. Primero, porque ofrece la versatilidad y comodidad que uno desea de un coche familiar que, además, es parco en consumos.
Y segundo, porque esta versión, con el motor 1.7 CRDi de 115 CV y acabado Drive, cuesta con promociones 21.713 euros (25.200 euros es el precio de tarifa), un precio ajustado para un modelo que incluye en su equipamiento elementos como el asistente de aparcamiento, climatizador bizona, control de crucero o volante multifunción con manos libres Bluetooth y control de voz, entre otros.