Prueba realizada por Gaby Esono
Los SUV no son un secreto para la firma de Hiroshima, eso está claro. Ya va para 10 años que hace que se van sucediendo las diferentes generaciones del Mazda CX-9, el hermano grandísimo de este Mazda CX-3, pensado para el mercado americano pero que también tiene sus adeptos aquí.
En Europa, sin embargo, donde realmente están triunfando este tipo de coches es en los segmentos más populares, donde han derivado en muchos casos en crossovers, camperos descafeinados para unos, atractivos familiares para la inmensa mayoría. Con el Mazda CX-5, la marca japonesa se sumó relativamente pronto a esta corriente inaugurada por el Nissan Qashqai, sorprendente rival del otrora intocable Volkswagen Golf entre los coches compactos, y continuada después por el Nissan Juke, un marciano simpático y personalizable que atacó también con bastante acierto el segmento inferior, más urbano, en el que se mete de lleno el Mazda CX-3 para verse las caras con los Renault Captur, Peugeot 2008, Opel Mokka, Ford EcoSport, Honda HR-V o los futuros SUV pequeños de SEAT y Skoda.
Esto, entre las marcas generalistas, aunque Mazda tiene un punto más que, más por presentación que por precio, se pueda tener la tentación de compararlo con el Mini Countryman o el nuevo Audi Q2.
Sean premium o terrestres, este tipo de vehículos tienen todo el sentido del mundo para quienes, cansados de seguir las tendencias de toda la vida, prefieren conducir un coche más pintón que la típica carrocería de 5 puertas y poco más de 4 metros.
Por concepto, tecnología (la plataforma del Mazda CX-3, por ejemplo, parte de la del Mazda2) y capacidad interior (algo inferior a lo que puede esperarse de una carrocería de 4,27 metros, una de las más largas de su clase) son más bien del segmento B.
Por precio, en cambio, suelen competir con el abigarrado y convencional segmento C de toda la vida, en el que la propuesta de coches como el Renault Mégane, SEAT León, Ford Focus u Opel Astra es de sobras conocida. Otra cosa es que uno tenga clarísimo que quiere un crossover y le aborde la duda razonable entre este CX-3 y modelos de tamaño algo superior, como el Nissan Qashqai o el Mitsubishi ASX.
Como algunos de los SUV-B antes mencionados, el Mazda CX-3 aporta mucha frescura a la parte del mercado que, por precios, tiene mayor demanda en estos lares. En el caso de este japonés, el lenguaje de diseño Kodo sigue haciendo de las suyas y su silueta entra por los ojos; llama la atención sin ser estridente, un equilibrio que resulta muy difícil de conseguir.
Esas formas, además, parecen prometer que cuando te pongas al volante te lo vas a pasar bastante bien. A continuación te cuento hasta qué punto eso es así.
Mazda no se anda con tonterías a la hora de desarrollar bastidores. Como decía en la introducción, el pequeño crossover japonés parte de la plataforma que el Mazda2, con los mismos 2.570 mm de distancia entre ejes, pero sobre ella se sustenta una carrocería reforzada, así como una suspensión con similar esquema McPherson delante y barra de torsión detrás, tanto para los tracción delantera, como el de esta prueba, como para las versiones con tracción total.
Eso sí, con muelles y amortiguadores más rígidos para adaptarse al incremento de peso respecto su hermano más urbanita.
A la hora de ponerse al volante, nada parece indicar que estemos conduciendo un coche con un centro de gravedad relativamente alto (aunque luego en realidad no lo es tanto). Antes al contrario, el Mazda CX-3 es todo un ejemplo de agilidad y eficacia, claramente destacado en su segmento, en el que se da más peso al confort de marcha que al dinamismo.
En este sentido, el modelo nipón, apoyado en unos razonables -para los tiempos que vivimos- neumáticos de medidas 215/60 R 16, ofrece un equilibrio ejemplar, en el que la confianza en los apoyos en las curvas cerradas y el aplomo en las más rápidas se combina con una calidad de rodadura que absorbe muy bien las irregularidades.
Un aviso: todo esto es válido para sensaciones en carretera. Meterte en el campo con este coche, especialmente con el tracción delantera, es un ejercicio de riesgo innecesario, porque ya de entrada se ve que la escasa altura respecto al suelo no invita precisamente a meterse en territorio escarpado.
El bastidor, pues, anda sobrado de cualidades en asfalto, tanto más cuando su motor, el 1.5 Skyactiv-D de 105 CV, ofrece un buen rendimiento, incluso diría sorprendente, pero está lejos de poner en aprietos a este chasis. Este bloque de cuatro cilindros es fruto de la segunda hornada de propulsores creados bajo la filosofía Skyactiv de optimización en el desarrollo de los vehículos y, en este caso, me he encontrado con una mecánica que aporta algo más de lo que se espera de un turbodiésel de esta cilindrada.
No es un tiro en aceleración, pero gracias a un generoso par motor de 270 Nm, disponible desde 1.60 rpm, las recuperaciones son muy aceptables y, además, el tacto del cambio manual de 6 velocidades, muy preciso y lo suficientemente duro, anima a utilizarlo con frecuencia, aunque a menudo no sea necesario.
Por si esto fuera poco, los consumos son además muy contenidos. La marca declara para este modelo un consumo de 4,0 l/100 km, mientras que en la prueba me gastó una media de 5,9 l/100 km después de haber sido bastante «malote» con él, dejando así uno de los mejores registros absolutos logrados en las pruebas de Cochesafondo entre los motores de su categoría, incluyendo todos los tipos de coche.
Tres cosas me han llamado la atención del interior del Mazda CX-3: en lo positivo, la calidad de acabados y de materiales por una parte, y la cantidad de equipamiento disponible tanto en las versiones Style (la de esta prueba) como en las Luxury, en las que cabe prácticamente de todo. Mazda produce variantes más modestas, pero decidió traer al mercado español sólo los acabados más equipados. En el debe, un habitáculo poco aprovechado teniendo en cuenta las dimensiones del coche.
No es nada común hoy encontrarse en este segmento un mando multifunción en la consola central para gobernar los sistemas de a bordo, en este caso, el MZD Connect que permite acceder a internet, que forma parte del Pack Style, junto con el alerón trasero.
Mientras esperamos a que las pantallas táctiles de los coches ofrezcan de verdad el mismo tacto y sensibilidad que los móviles -táctil de 7 pulgadas de Mazda no va mal del todo-, de momento la mejor manera de gestionar las funciones del navegador, la radio o los diversos sistemas de seguridad y confort de un coche es este tipo de mando giratorio que, además, en este caso es muy agradable de utilizar y los menús del sistema son muy intuitivos.
Control de crucero y limitador de velocidad, volante y pomo del cambio en cuero, sistema manos libres por Bluetooth, elevalunas eléctricos delanteros y traseros (aunque sólo el del conductor baja del todo con una pulsación breve) o climatizador, forman parte de un equipo de serie al que sólo le faltan las opciones del navegador (400 €, un precio muy razonable) y la pintura metalizada (400 €).
Éste es sólo uno de los detalles de un puesto de conducción excelentemente concebido, en el que uno se siente con ganas de ponerse a hacer kilómetros sin parar, pero siempre mirando hacia adelante, porque la visibilidad trasera a través de la luna es muy reducida, algo que compensa con sus generosos retrovisores exteriores.
Si seguimos con la mirada puesta en la zona posterior del Mazda CX-3, nos encontramos con unas plazas traseras tirando a justas. Luego, echando un ojo al maletero, sus 350 litros y su doble fondo dan la idea de que la firma japonesa ha pensado más en quien vaya a conducirlo habitualmente, más un acompañante, que en el comprador que tenga idea de usarlo como coche de viaje para toda la familia.
Del Mazda CX-3 me gusta que es un coche bonito -quizá a ti no te guste, pero un rato pintón y diferente sí que lo es…- pero sobre todo que no es mera fachada.
Se deja conducir con gusto y no le hace ascos a cualquier tipo de desplazamiento, aunque es cierto que el área urbana es donde más cómodo se siente.
Sin ser un angosto 2+2, su habitáculo lo hace ideal parejas sin planes de futuro a medio plazo. No es que esto sea criticable en sí mismo, si no fuera porque uno podría esperar que los 4,27 metros de su carrocería dieran algo más de sí.
Por otra parte, parecería que Mazda había querido jugar un poco la baza de la personalización, con detalles como las inserciones de color rojo en los aireadores del interior, pero es una apuesta muy corta para un coche que apenas cuenta con 3 o 4 opciones disponibles.
El Mazda CX-3 1.5 Skyactiv-D 105 2WD Style cuesta, tal como viene de serie, 21.795 €. No es, pues, un coche barato para ser la variante diésel más asequible (el gasolina más barato cuesta 20.345 €), sólo disponible con el cambio manual y cuyas opciones quedan limitadas al navegador y la pintura metalizada. A cambio, sin embargo, nos da la seguridad de estar conduciendo un coche que, además de resultón a la vista, resulta que da mucho gusto conducir.