Prueba Volkswagen California 2.0 TDI 140 Comfortline: vacaciones infinitas

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Prueba realizada por Roger Escriche

Volkswagen lleva medio siglo convirtiendo furgonetas en autocaravanas para el ocio y el turismo, y hace más de 20 años que las comercializa bajo la denominación California, o sea que muy pocos pueden toserle a la firma de Wolfsburg en estos menesteres. La sabiduría acumulada durante tanto tiempo se ha traducido en el desarrollo de lo que en Volkswagen denominan la familia T5, formada por la California, la no menos histórica Caravelle, la Multivan y la Transporter.

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De todas ellas, la California es la opción más radicalmente enfocada al turismo. Es cierto que muchos asociarán de forma natural las vacaciones con una California y los inevitables campings, pero la principal virtud de este particular vehículo-casa es precisamente que ofrece tanta autonomía que no es necesario ni siquiera recurrir a estas particulares instalaciones con nombres siempre curiosos, y ni mucho menos dejarla varada junto a una toma de corriente durante un mes.

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La California entra ahora en su tercera generación, y en Volkswagen aseguran que ha sido diseñada no sólo para utilizarla en nuestras vacaciones y escapadas de fin de semana, sino también para su uso diario y para el trabajo. Veremos si tal cosa es posible.

La variante protagonista de la prueba combina el nivel superior de equipamiento, que incluye el techo elevable electrohidráulico de aluminio, con una opción intermedia en cuanto a la oferta de propulsores, que en esta versión van de los 102 CV a los 180 CV. El 2.0 litros TDI de 140 a priori tendría que proporcionar el equilibrio entre consumos y prestaciones, porque no lo olvidemos, si nos vamos de vacaciones las dos cosas no harán falta.

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La versión de 140 CV del bloque de cuatro cilindros y 2.0 litros diésel common-rail del Grupo Volkswagen se monta en todo tipo de vehículos, pero esto no significa que sirva para lo mismo en cada uno de ellos. Por aquí lo hemos probado en utilitarios, compactos, berlinas medias y monovolúmenes, y en todos ellos ha demostrado un buen rendimiento.

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Lo que necesitamos del motor en una máquina como la Volkswagen California es que nos ofrezca unas buenas habilidades como rutero, mucha autonomía y una eventual capacidad de arrastre. Casi nada.

Para lo primero y lo tercero los 140 CV y 340 Nm de par máximo cumplen de sobras, y nos permitirán movernos a velocidades de crucero elevadas durante recorridos largos a pesar de la pobre aerodinámica del vehículo. La variante Bi-TDI de 180 CV le pondrá ese toque picante a la conducción aunque se dispara en cuanto a precio, y la de 102 CV se quedará corta si lo que queremos es cubrir grandes distancias.

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A la autonomía total del vehículo contribuye sin duda el depósito de carburante de nada menos que 80 litros, pero también, hay que decirlo, la eficiencia del propulsor. Los poco más de 800 km de la prueba finalizaron con un consumo medio de 8,8 l/100 km, lo que significa que las mediciones ideales realizadas por Volkswagen de 7,4 l/100 km en ciclo combinado se acercan a la realidad. Son cifras elevadas, pero muy razonables para un vehículo de este tamaño, peso y aerodinámica.

La unidad de la prueba estaba asociada a un cambio manual de seis velocidades de buen tacto, aunque en Volkswagen han visto muy claramente que el usuario de la California ya no es sólo un fanático de las chanclas y las barbacoas y por eso ofrecen opcionalmente tecnologías hasta ahora inéditas en este tipo de vehículos como el cambio de doble embrague DSG (2.389 €) y la tracción total 4Motion (3.152 €).

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Una de las principales novedades en la tercera generación de la familia T5 es el nuevo desarrollo de todo el tren de rodaje para mejorar el confort y, más importante todavía, la estabilidad de marcha, algo bastante necesario en un vehículo de estas dimensiones.

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El nuevo eje delantero tipo McPherson, los brazos de control de la dirección, la barra estabilizadora y parte del motor están atornillados a un subchasis que se une al chasis por medio de cojinetes con amortiguadores de vibración. Todo este esfuerzo se traduce en una pisada suficientemente firme y cómoda incluso a velocidades relativamente elevadas, lo que redunda en el confort de los ocupantes y retrasa la aparición de fatiga cuando se cubren largas distancias.

Ni la posición de conducción y la altura al suelo ni el tamaño del vehículo permiten evidentemente muchas alegrías en zonas más reviradas, pero la dirección es suficientemente precisa y los balanceos de la carrocería no superan lo previsible.

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Aquí es donde la experiencia acumulada por Volkswagen durante cincuenta años con los ‘campers’ se nos muestra en todo su esplendor. Antes de subirnos a la California ya sabíamos que condensar una casa entera (excepto el WC, claro) en 4,89 metros de longitud, 1,90 metros de altura y 1,99 de anchura exige aprovechar hasta la micra el espacio disponible. Después de bajarnos de ella hemos aprendido que todo esto se puede hacer, además, con el nivel de terminación habitual en Volkswagen.

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Otra cosa muy diferente es que el funcionamiento de todos los dispositivos del vehículo exija recurrir a menudo al manual de instrucciones. El sistema electrónico central que incorpora la versión Comfortline, por ejemplo (con una crucial alarma-despertador integrada, dicho sea de paso) es tan completo que lo convierte en un espacio vetado para manazas.

A través de este dispositivo podemos controlar el nivel de carga de las baterías, la temperatura del refrigerador y la temperatura exterior, los niveles de agua residual y de agua fresca, el display de carga y activar el techo hidráulico. El uso de las baterías auxiliares para el sistema de calefacción y las tomas de corriente del habitáculo, sobre todo, exigirá una especial dedicación con el dichoso manual.

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La versión Comfortlime dispone de serie de un sistema de calefacción estacionaria, mientras que para las paradas cortas se emplea otro sistema de utilización del calor residual conservado en el enfriador cuando el motor se encuentra en su temperatura normal de operación. Todo esto significa que si en algún momento sentimos frío o calor dentro de la California, es que no hemos caído en la cuenta que en la guantera tenemos guardado un libro que lo explica todo.

La configuración de los elementos que conforman el habitáculo también requiere una cierta práctica, pero en general es bastante intuitivo. La banqueta trasera, en conjunto con los asientos delanteros giratorios, completa la distribución del salón perfectamente habitable para cuatro personas, que además pueden quedarse a dormir (o a pasar la noche sin dormir) en el propio vehículo.

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El techo de aluminio se eleva electrohidráulicamente utilizando el mando en el panel de control como si se tratara de la capota de nuestro Cabrio, con lo que podemos olvidarnos por completo de farragosas maniobras manuales. Si los dos ocupantes de las plazas del techo no miden más de 2 metros de altura no tendrán problemas de espacio. El maletero, o más propiamente llamado compartimento de carga, oscila entre los 545 y los 818 litros desplazando hacia arriba la bandeja separadora.

Y para terminar con el interior, un consejo: si alguien se decide por una California como la de las fotos, lo primero que tendría que hacer (además obviamente de leerse el magnífico manual de instrucciones) es comprar un cable de toma de corriente bastante más largo que el que se entrega de serie. Cuando se disponga a enchufarlo entenderá por qué…

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La autonomía y capacidad de decisión que nos ofrece la Volkswagen California es impagable si nos gusta movernos a nuestro aire. Es más: si existe un vehículo con el que podemos salir de vacaciones sin habernos molestado en planificar ni una sola hora de nuestro tiempo es precisamente este. Y todo con una calidad de terminación que nos colocará entre la clase alta de cualquier camping.

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Su usabilidad diaria, sin embargo, es bastante más reducida, por lo menos en la configuración con el mueble-cocina y los armarios, que no se pueden arrancar así sin más. Si necesitamos el vehículo para movernos diariamente o para el trabajo hay otras opciones mucho más adaptadas a nuestras necesidades.

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Este tampoco es un vehículo precisamente económico. La unidad de la prueba con el motor TDI de 140 CV, cambio manual de seis velocidades y tracción delantera cuesta 54.222 €, nada menos 5.550 € más que la Mercedes-Benz Vito Marco Polo con el motor 2.2 CDI de 150 CV y tracción trasera. La California con el motor Bi-TDI de 180 CV, tracción total 4Motion y cambio DSG, por su parte, se dispara hasta la muy respetable suma de 63.262 €.

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La versión Comfortline se diferencia de la versión de acceso denominada Beach por los faros halógenos de doble óptica y los retrovisores exteriores del color de la carrocería y los faros antiniebla con función de luz de giro.

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Entre su equipamiento de serie encontramos elementos como el techo elevable electrohidráulico de aluminio, los airbags laterales y de cabeza para el conductor y el acompañante, el mueble lateral con fregadero, cocina con 2 fogones, nevera de 42 litros y tapa de plástico abatible, el depósito de agua de 30 litros más el depósito de aguas residuales, armarios para ropa, 2 baterías auxiliares con relé separador para el abastecimiento de energía del habitáculo posterior o la calefacción estacionaria.

Pero todavía podemos seguir con la exclusividad de la propuesta de Volkswagen añadiendo otros elementos opcionales como la puerta corredera eléctrica (340 €), alguno de los navegadores entre 565 € y 1.665 €, el sensor de aparcamiento delantero y trasero (490 €) o el toldo lateral extensible (435 €).

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Cualquiera se pone a hablar de experiencias con una Volkswagen California, cuando este es un vehículo concebido hasta el último detalle para eso precisamente, para vivir experiencias.

Lo que sí es cierto es que basta con mirar hacia atrás mientras conducimos (empleando el retrovisor, obviamente) para darnos cuenta de que somos completamente libres para ir a donde nos dé la puñetera gana. Es más, esto es casi es una obligación.

Podemos pensar en los campings, podemos aparcar en una parcela mitad césped lleno de insectos mitad pedruscos y vivir con nuestra cocinita, nuestro fregadero con su grifito y la nevera, los armarios para guardar la ropita y todo lo demás. Pero para aparcar en un camping ya están las enormes autocaravanas a las que moverse les cuesta horrores. La mayor virtud de la California es que no importa dónde la aparques: donde sea puede convertirse en tu casa por un día.

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