Prueba realizada por Gabriel Esono
Volkswagen es una de esas marcas que, en mercados como el nuestro, tiene una bien ganada fama de saber hacer bien los coches. Buscando entre los adjetivos del diccionario para definir el perfil de sus modelos, equilibrio el que me parece más acertado, por diversos motivos.
Calidad de acabados, comportamiento en carretera, confort de marcha y buen rendimiento en la amplia gama de motores y equipamientos disponibles serían algunos de los sellos que se plasman en la mayoría de su catálogo y que acostumbran a situar a los productos de Wolfsburg por encima de la media.
Este Volkswagen Passat es el representante de la firma alemana entre las berlinas medio-altas, las del segmento D, que es también el más popular en Europa. Por eso, decir que este coche mira por encima del hombro a la mayoría de sus rivales es una afirmación muy seria, habida cuenta de que en este espectro del mercado se encuentran auténticos cocos, como el primo con aires del grandeza del Passat, el Audi A4, además del casi deportivo BMW Serie 3 y el elitista Mercedes-Benz Clase C. No es que Volkswagen trate de quitarle el pan a las familias más pudientes, pero por precio tradicionalmente siempre se ha colocado en un punto intermedio entre los coches denominados premium y los que son de verdad sus rivales naturales.
Ya hemos hablado en alguna ocasión del Peugeot 407, veterano con la sustitución a la vista y del Citroën C5, modelo con el que la firma del doble chevrón inició el giro hacia la producción de coches de mejor calidad percibida, lo mismo que ha hecho Renault con el nuevo Laguna.
El dinamismo aparente de la carrocería del Opel Insignia, sucesor del Vectra, eterno antagonista del Passat, se enfrenta con la eficacia que subyace bajo la clásica carrocería del Ford Mondeo, un coche que con los nuevos motores EcoBoost le pondrá las cosas muy difíciles a los prolíficos 2.0 TSI del Grupo Volkswagen.
Aunque a nivel de ventas los japoneses suelen estar por debajo, acostumbran a poner en el mercado alternativas muy válidas a los conocidos europeos, de ahí que tanto el Mazda6 como el Honda Accord o incluso el Toyota Avensis afronten la comparación sin problemas.
Acabar este apartado sin nombrar al Skoda Superb ni al SEAT Exeo sería un pecado. Los checos están haciendo un gran trabajo desarrollando modelos solventes y de calidad, mientras que la firma de Martorell, con la tontería, se ha instalado en un segmento que tenía abandonado hace años con un coche de tecnología de marca grande.
Ah, sí, lo olvidaba. En esta ocasión probamos el Variant, la carrocería familiar del Passat, un formato que desde siempre ha tenido más adeptos en otros países como Alemania o Italia que aquí. Sin embargo, tengo la sensación de que la mayoría de la gente, cuanto más los ve, más les gustan, y no sólo por sus evidentes ventajas prácticas.
Las siglas TDI asociadas a un motor 2.0 suelen ser sinónimo de buen rendimiento y consumos comedidos. Con la llegada de la inyección directa de gasóleo mediante common-rail Volkswagen ha conseguido, además, que el tacto un tanto tosco que producían los inyectores-bomba, así como su elevada sonoridad, hayan bajado hasta unos niveles más aceptables y en línea con el talante refinado que se le supone a sus creaciones.
En Cochesafondoya tuvimos ocasión de probar la versión de 170 CV de esta mecánica, tanto en el Golf GTD como en el SEAT León FR, dos modelos que no ocultan su vocación deportiva. Quizá por el recuerdo que nos dejaron tanto uno como otro, esperábamos que vestido por la carrocería Variant del Passat me dejara una sonrisa en el rostro después utilizarlo.
Pues sí lo hizo, pero por motivos bien diferentes a los que sugiere el paquete R-Line. Las sensaciones al volante son las de un motor muy bien dotado, tal y como uno espera de esos 170 CV y 350 Nm, pero no se trata de potencia y par desbocados, sino perfectamente asimilables para la gran mayoría de conductores.
La entrega del par es muy sólida desde bajas vueltas y, aunque el pico máximo se encuentra en un rango relativamente estrecho (entre 1.750 y 2.500 rpm), hay tanta fuerza disponible fuera de esos márgenes que desear más es señal de que estamos pensando en otro tipo de coche. No sé, uno que mida poco más de 4 metros, uno en el que el portón no cierre casi verticalmente, en el que cinco ocupantes viajen con mucha holgura y en cuyo maletero quepan los accesorios que vienen de serie con un parto de trillizos.
Si, por el contrario, tienes claro que se trata de un coche familiar con mayúsculas, entonces no sólo será la respuesta del acelerador la que se satisfaga, sino que apreciarás la rapidez del cambio DSG de seis relaciones. De este cambio hemos hablado bien siempre que hemos tenido ocasión de probarlo, pero también hay que tener en cuenta que va mejor cuantas más revoluciones es capaz de alcanzar el motor al que vaya asociado.
En este caso, una vez más hay que tener presente que, aunque la mona se haya maquillado como si fuera un flamante deportivo, no lo es. Se trata de un coche predispuesto a llevar ritmos de crucero altísimos, pero no es un cronómetro lo que más ayuda a valorar las virtudes de su motor.
Entre éstas, cabría señalar lo contenido de su consumo, teniendo en cuenta el coche del que estamos hablando. Los 8,7 l/100 km que arrojó en nuestro exigente recorrido de prueba pueden parecer un poco altos, pero no lo son tanto si tenemos en cuenta que el Passat apoya sobre sus 4 ruedas una masa de 1.676 kg y que la eficacia del cambio DSG y de la tracción 4Motion tenían que pasar alguna factura.
Cuando al principio explicaba que Volkswagen se caracteriza por el logrado equilibrio entre confort de marcha y eficacia de sus coches, el modelo que tenía en mente era el Golf. Da igual que sea un voluntarioso 1.2 TSI o el 2.0 TDI más potente, al final lo que se obtiene es un automóvil que funciona como un reloj, sin sorpresas.
Teniendo en cuenta que el chasis del compacto alemán y el de su hermano mayor parten de la misma base, no es de extrañar que las sensaciones en el Passat sean una especie de versión corregida y aumentada de las del Golf. Con el familiar de la gama media de Volkswagen se tiene siempre una notable impresión de aplomo sobre el asfalto, mayor cuanto más amplio y rápido es el trazado. En esas circunstancias, las suspensiones, menos suaves en esta versión R-Line que las que montan de serie las variantes convencionales, trabajan a sus anchas y asumen el peso del conjunto sin demasiados problemas y, sobre todo, con una comodidad sobresaliente.
Cuando el camino se estrecha, el panorama cambia bastante, y no me refiero al paisaje que se divisa a través del parabrisas. En ese momento el solvente compromiso de muelles y amortiguadores se revela más «Variant» que «R», y las evidentes inclinaciones de la carrocería te devuelven a la realidad familiar que llevas a cuestas.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que según se van sumando logos y siglas a la denominación del Passat, el peso lo hace en la misma medida. Entre que es Variant, tiene cambio DSG y además monta la tracción total 4Motion con diferencial Haldex, es fácil entender que los cerca de 1.700 kg en vacío tengan ganas de salir a pasear vestidos de inercia por los exteriores de las curvas.
Eso sí, el McPherson delantero con triángulo inferior y el multibrazo trasero tienen mucho que ver en que las reacciones sean en todo momento muy predecibles y, como decía al principio, muy bruto hay que ser para que se desbande cualquiera de los dos ejes.
Si eso ocurriera, el 4Motion se encarga de poner las cosas en su sitio, eliminando casi por completo las pérdidas de tracción, especialmente sobre asfalto resbaladizo y, si no, siempre te puedes encomendar al efectivo control de estabilidad ESP. Quizá debido a la inclusión del sistema de transmisión total, en Volkswagen han decidido que el ESP fuera poco intrusivo, lo cual es muy de agradecer cuando quieres realizar una conducción con las sillitas infantiles guardadas en casa.
El habitáculo del Volkswagen Passat es uno de los más agradecidos de su segmento. Amplio como pocos, la calidad y ajuste de los acabados es excelente y yo no he sabido encontrarle más pega que el aspecto sobrio del salpicadero, algo que me consta que para otros es una virtud añadida.
El puesto de conducción no admite pegas. Amplios butacones delanteros cuentan con el mullido justo y, sin embargo, con unas formas que te recogen con una mezcla de amabilidad y firmeza. Todos los mandos están en su sitio, sus formas son las adecuadas y no hay ni más ni menos que los necesarios, con lo que no se echa de menos el mando centralizado al estilo iDrive que tan de moda se está poniendo.
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En las plazas traseras no hay salpicadero, pero sus ocupantes son tratados con un mimo similar, al menos los de los lados. El diseño de los asientos laterales es también muy resultón, pero quien vaya sentado en el centro tendrá derecho a sentirse un poco discriminado. Al menos tendrá el control de las salidas de aire del sistema de climatización.
De todas formas, el elevado grado de confort general apenas queda empañado por este detalle. La sonoridad interior, ha mejorado exponencialmente respecto a la anterior generación de motores TDI con bomba inyector, y ahora se encuentra en la línea de lo que nos hemos encontrado en este segmento.
Otra de los aspectos bien resueltos en el Passat Variant es la variedad de espacios portaobjetos. Entre las puertas, la guantera, el apoyabrazos, la consola central e incluso el techo, tienes un hueco para cada cosa. Y si nos metemos en el maletero, ya ni te cuento. Casi me ahorro las palabras y mira las imágenes, porque muestran una cueva de 513 litros, según las mediciones oficiales, que se amplía a los 1.641 litros con los asientos traseros plegados.
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Estuve tentado de ir al Carrefour a comprar las 205 garrafas de 8 litros que se supone que me tendrían que caber allí dentro, pero imaginé la mirada de mi mujer con esa expresión de «¿Tú estás tonto o qué te pasa?» que me dedica cada vez que llevo a cabo una idea de este tipo. Hubieran cabido o no, lo cierto es que el tamaño del maletero y sus formas regulares son de los obligan a buscar excusas peregrinas cuando tu cuñado te lo pide para trasladar una nevera y una lavadora en un solo viaje.
El Volkswagen Passat Variant Rline 2.0 TDI 170 CV CR DPF DSG 6 vel. 4Motion cuesta, sin opciones ni nada, 39.430 €. Esto viene a significar casi 77 € por cada litro de capacidad del maletero, un precio alejado de lo que pide Dacia por el Logan Break, que tiene un maletero de 700 litros y lo tienes por 8.665 €.
Sí, ya sé, es una comparación absurda, por mucho que lo chicos de la marca rumana se empeñen en decir que sus coches hacen lo mismo que los demás. Pero, bromas aparte, también hay que tener en cuenta que , exceptuando al extravagante Passat Variant R36, la de las fotos que ves es la variante familiar más cara.
Sin embargo, a la hora de analizar el mercado para ver posibles rivales de esta unidad concreta, uno se encuentra con que sólo Opel, entre las marcas generalistas, ofrecerá (a partir de septiembre) un coche que aglutine una combinación similar a la de este R-Line. Su precio rondará los 35.000 €, con un motor de 160 CV y un cambio automático con convertidor de par.
Así pues, sólo queda mirar hacia arriba, donde Audi sólo ofrece la tracción integral con cambio automático en un motor diésel en el 3.0 TDI de 240 CV, que cuesta 48.860. Mercedes-Benz va más lejos, y si quisieras un familiar de este tipo tendrías que soltar 51.900 € para hacerte con el Clase C Estate 350 CDI 4Matic, opciones imprescindibles aparte. Al final, sólo nos queda el BMW 320xd Touring, que con el cambio automático de convertidor de par supera los 43.600 €, muchos euros de diferencia para una ventaja de 14 CV respecto a los 170 del Passat 2.0 TDI.
Así pues, lo que parecía un coche caro al empezar, resulta que es casi una ganga en comparación con lo que ronda por ahí. El paquete Rline, además, tiene el discreto encanto que las «personalizaciones externas» no pueden igualar y le da al Passat una apariencia muy deportiva que no desentona con el carácter general del coche, que ofrece muy buenas prestaciones y confort todo en uno.
Los coches familiares siempre me han gustado, desde bien pequeñito. Por eso me cuesta entender que a nuestro alrededor siga habiendo gente que les siga poniendo fúnebres etiquetas a una carrocerías que cada vez están mejor resueltas y, en ocasiones, resultan incluso más atractivas que las de las berlinas de las que derivan.
Si pasamos de las consideraciones estéticas, entonces podemos hablar de las indudables ventajas prácticas de contar con un portón trasero casi vertical. Ya no es una cuestión de si caben más o menos cajas en el maletero, sino de saber que caben mejor y que ello, además, no te resta un ápice del rendimiento en carretera de un sedán.
Yo, la verdad, si necesitara un coche con el que meter a mis hijos y viviera en un ambiente húmedo o invernal, pensaría siempre en turismo familiar y tracción total. Y ya puestos a ser más o menos racional, ¿qué excusas tendría que buscar para justificarme a mí mismo por comprar un coche más caro cuando Volkswagen me ofrece lo que necesito y algo más?
Posiblemente, sólo podría encontrarlas mirando los anuncios de televisión.