©Cochesafondo
Prueba realizada por
Roger Escriche
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La quinta edición del Polo ha llegado con abundantes novedades, pero la primera que salta a la vista es la adopción del lenguaje de diseño en el frontal que le acerca más que nunca a su hermano mayor, el Golf. Y este es uno de aquellos hermanos mayores que hacen que te sientas protegido.
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La carrocería es 36 mm más larga que la de la cuarta generación, aunque sin sobrepasar la barrera psicológica de los cuatro metros (3.952 mm). Pero el nuevo Polo también es más ancho y más bajo, de forma que no hace falta realizar muchas operaciones matemáticas para deducir que el resultado de todas estas proporciones es una imagen más deportiva y dinámica.
Aún así, el Volkswagen Polo jamás ha pretendido dar una imagen de rompedor ni nada que se le parezca. Volkswagen ha pensado en un coche más bien sobrio
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y elegante, un poco alejado de las propuestas pretendidamente divertidas y juveniles que abundan en el segmento de los utilitarios. La razón es que la gran apuesta de la firma de Wolfsburg es establecer estándares de calidad y niveles de equipamiento elevados, aunque sea a base de opciones, en un segmento especialmente
práctico.
Sólo hace falta dar un vistazo a la legión de utilitarios que funcionan como rivales del Volkswagen Polo, todos ellos con mecánicas diésel en potencias similares. El recién llegado es el Fiat Punto Evo, pero también están los que se esperan, como el Citroën C3, el Ford Fiesta, Opel Corsa, Peugeot 207, Renault Clio, Toyota Yaris o SEAT Ibiza. Otras propuestas más diferenciadas estéticamente son el Mazda 2, el Nissan Micra o el Suzuki Swift.
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No sólo son los estándares de calidad y el nivel de equipamiento, la apuesta del Polo también es un elenco de motores eficientes de última generación diésel y gasolina. La unidad que traemos a Cochesafondo montaba la versión más básica del motor de 1.6 litros TDI de inyección directa common-rail con 75 CV, un propulsor que también se ofrece con potencias de 90 CV y 105 CV.
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El tacto del motor cumple con las expectativas de un diésel de cilindrada contenida, en la que disponemos de una zona de par durante la que empuja muy dignamente y una parte final del cuentarrevoluciones a la que no es necesario llegar, porque el gasto extra de combustible no se ve recompensado.
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En comparación con otros propulsores de potencias y cilindrada similares, la unidad desarrollada por Volkswagen nos da la sensación de que poco más se le pueden pedir a 75 CV. Es un motor útil para moverse con soltura en ciudad y circular holgadamente fuera de ella, también en recorridos por vías rápidas.
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El propulsor va asociado como única opción posible a una caja de cambios manual de 5 velocidades, puesto que el rapidísimo DSG únicamente está disponible en la versión de 90 CV del motor de 1.6 litros TDI. Y eso que el DSG no sólo sirve para cambiar rápido, que también, sino que puede ser de gran ayuda para reducir consumos o apoyar a motores menos brillantes abajo impidiendo la caída de las revoluciones del motor cada vez que se engrana una marcha superior.
El apartado de consumos es sin duda el punto fuerte de este propulsor, con medias que se aproximan (por arriba, obviamente) a los 4,2 l/100 km oficiales en circulación combinada. Lo que es importante tener en cuenta es que esta versión del Polo consume menos que algunos vehículos urbanos más pequeños y por lo tanto menos aprovechables fuera de la ciudad. Para redondear cifras, los más preocupados por el medio ambiente también han de saber que las emisiones de CO2 en este propulsor se quedan en sólo 109 gr/km
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El Volkswagen Polo ofrece en este apartado dos caras. La primera es la de un vehículo muy cómodo, con unas suspensiones suaves que transmiten calidad de rodadura. Se diría que con este Polo todas nuestras carreteras han sido recientemente asfaltadas, y que un responsable de tráfico ha visto la luz y ha ordenado taladrar de una vez todos los badenes de las calles.
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A este punto contribuye un motor que no dispara los consumos en tiradas largas a velocidades elevadas, con lo que puntualmente también disponemos de un buen rutero cuando no es imprescindible contar con mucho espacio en el habitáculo, o dicho de otra manera, cuando sólo necesitamos el espacio que nos puede ofrecer un utilitario.
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La suavidad de las suspensiones, sin embargo, restan al Polo algo de confianza cuando la aguja del velocímetro empieza a caer sistemáticamente hacia la derecha. De la misma forma, en conducción más dinámica pronto sale a relucir la naturaleza subviradora del modelo. Para corregir este punto disponemos en toda la gama un ESP de serie con asistente de arranque en pendientes integrado.
El Volkswagen Polo monta unos apropiados neumáticos de 175/70 montados sobre llantas de 14 pulgadas, que ofrecen el compromiso ideal entre comportamiento, consumos y seguridad. Delante equipa frenos de disco de 256 mm, pero detrás se ha optado por montar un tambor.
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El aumento de las cotas de la carrocería no sólo pretendía dar al Polo una imagen más deportiva y dinámica, sino mejorar el espacio disponible en el interior para todos los ocupantes. A este punto también han contribuido las nuevas formas de los asientos delanteros y de la banqueta trasera, que en conjunto han mejorado el espacio para las piernas de los ocupantes traseros.
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La posición de conducción sigue la tónica de comodidad que impera en el Polo, aunque los dos asientos delanteros pueden resultar estrechos para personas de una cierta masa corporal. Los reglajes disponibles desde las versiones más básicas del modelo permiten encontrar la postura óptima al volante, y disfrutarla desde un habitáculo bien acabado, bastante luminoso y con una buena sensación de amplitud.
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Cuenta con 280 litros en el maletero con una boca de carga amplia, aunque en las versiones básicas del modelo la estructura de la banqueta trasera resta al Polo un punto de modularidad. Sólo se dispone de una banqueta divisible en el acabado Sport, y aunque la operación para abatirla se maneja con facilidad, el espacio total de carga es poco diáfano.
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La imagen elegante del Polo tiene su punto de continuidad en el uso del vehículo. Todo, los acabados, el motor, el comportamiento y el tacto de conducción consiguen transmitir calidad al conductor y el resto de ocupantes. Como si se tratara de un añadido, después nos encontramos con la grata sorpresa de unos consumos muy contenidos en relación a las prestaciones y usabilidad del vehículo.
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También es cierto que, si bien el nivel de equipamiento de serie es correcto, disponemos de multitud de opciones que distancian el Polo de la mayoría de sus rivales de segmento pero por las que hay que pagar.
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El modelo arranca en los 13.090 € del acabado Advance con motor de gasolina de 1.2 litros y 70 CV. La versión de la prueba es la de acceso en propulsores diésel, que cuesta 15.120 € cuando sale de fábrica. Aquí se incluyen elementos como los cristales antitérmicos, faros con luz de día, asiento del conductor regulable en altura, cuatro airbags, anclajes Isofix, ESP con asistente de arranque en pendientes, aire acondicionado, volante regulable en altura y profundidad o retrovisores térmicos con ajuste eléctrico.
Por la compra de un Polo también te aseguras que se va a plantar un árbol en Albacete y van a cuidarlo durante 40 años.
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Como decíamos al principio, la nueva imagen del Volkswagen Polo lo ha acercado mucho más al primo de Zumosol de la marca, el Golf.
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Para alguien dedicado por entero a los coches, reconocer las diferencias entre un Polo y un Golf es como distinguir un mamut escondido entre un rebaño de cabras, pero hay que ser consciente de que no para todo el mundo es así. Por fortuna, añado.
Durante la prueba del Volkswagen Polo hasta en tres ocasiones me preguntaron si lo que conducía era un Golf, lo cual deja muy bien a los responsables de diseño de la firma de Wolfsburg. En las tres ocasiones mi respuesta fue siempre la misma:
-Sí, conduzco un Golfito.